27 (Parte 2)

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Óscar Gutiérrez

Le había comprado un bikini a Elisa, para que pudieran ir a las tinas calientes, pero cuando la vio salir del vestidor casi se le cae la mandíbula. El puro hecho de pensar que alguien la viera, tan arrebatadoramente hermosa, le partía los sesos. Así que le sonrió y la cubrió con las batas blancas que le habían entregado.

-Tengo calor, Óscar...- Dijo quitándosela, al menos en esas fechas casi no quedaban turistas, así que si veía algún curioso, con una mirada asesina bastaba para que la dejaran de mirar. Disimulaba ante las miradas extrañas de Elisa, y hacía como si no pasaba nada. Si alguien le hubiera explicado lo que sentía en ese momento, de seguro se veía como loco. Pero acababa de perder la virginidad con él, era como si hubiese pasado a ser de su propiedad, tenía las marcas aún en su piel, de los chupones y las caricias recientes. Pero Óscar estaba cada vez más confundido, con sus turbulentos sentimientos, ni siquiera era capaz de pensar que podía estar celoso, ni menos darle una razón a que no se cansaba de besarla constantemente, de acariciar esas zonas que ya sabía le volvía loca.

Tragó saliva al sentir su miembro comenzar a motivarse nuevamente, y puso la bata delante, para que nadie se diera cuenta. Llegaron a las tinas, y disfrutó enormemente de la compañía de esa mujer, Elisa era muy inteligente, y lo cautivaba con el enorme parlamento que tenía a flor de piel, hablaban de diversos temas, y pasaban de política a decir que no había besos más dulces que los que se daban. De la edad de esos árboles nativos que los rodeaban, hasta pensar cómo sería cuando tuvieran ochenta años. Cuando la piel se les arrugó salieron de ahí, y caminaron a la cabaña.

-¿Me prestarás ropa?- Dijo Elisa y se rió.

- No... Le dije a Linett que te comprara algunas cosas.- Explicó tranquilamente.

- No era necesario.-Dijo boquiabierta.

- Claro que sí, sé que es incómodo andar con la misma ropa dos días seguidos.

- Gracias, entonces.- Le dijo acercándose a besarlo, despacio en los labios.

Se tomaron de la mano, como una pareja normal, sin problemas. Se dio cuenta que le encantaba esas pequeñas cosas, la preocupación, el roce o caricia con sus manos. Cuando llegaron a la cabaña, Julián y Linett estaban haciendo de las suyas en el sillón, y ahogó un grito, cuando vio el respingón trasero de su amigo levantarse para cubrirse, rieron y lo único que atinó fue a taparle los ojos a Elisa.

Sin Fronteras [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora