Después de que Jed me dejara de malagana en "mi" casa, me adentré directamente a mi habitación. Debido al calor, tomo una ducha y me cambio la ropa por más cómodo, mi pijama de Bob Esponja, regalo que me dio Jed en mi cumpleaños pasado, mis 17, junto con muchos dulces y una salida al cine donde vimos Buscando A Dory, por mi elección. Sé que le gustó la película aunque no lo admita en voz alta.
Sonrío pensando en mi mejor amigo. Él realmente me ayudará en esto; y no puedo evitar sentir que le debo tanto, por lo que me prometo que algún día se lo recompensaré.
El azote de la puerta principal hace que mi estómago de un tirón. Más tarde, las fuertes pisadas por las escaleras me advierten su cercanía.
El miedo se confunde en mi estómago con un agujero negro que me domina sin permiso dado. Mi corazón golpea mi pecho con violencia sabiendo el suceso tan inminente, y posiblemente, irreversible.
― ¡Abre la puta puerta! ― vocifera golpeando la puerta con arrebato ―. ¡Sé que estás ahí, así que abre la maldita puerta, zorra! ― continúa sin cesar sus golpes en la algo delgada madera.
De forma mecánica, me arrincono en la cabecera de hierro oxidada que tiene la cama. Con mis palmas tapo mis oídos con fuerza sin conseguir que su voz se vaya del todo.
Quiero desaparecer. Por favor, déjame desaparecer.
― ¡No me hagas enojar, perra! ¡Sabes que te irá peor! ― ruge. Y tengo miedo, y a la vez anhelo, que algún vecino escuche.
― Todo va a estar bien. Todo va a estar bien ― me repito una y otra vez mientras me meso hacia delante y hacia atrás en busca de una calma lejana.
Evoco el rostro de mi amigo e intento concentrarme sólo en eso, tal como me dijo una vez. Rememoro su rostro; su cabello castaño, sus ojos cafés, su piel un poco tostada, su sonrisa lobuna...
Un fuerte golpe en seco me sobresalta y al mirar el lugar proveniente del sonido me encuentro con mi peor pesadilla. Trago saliva con temor, mi cuerpo es una gelatina que no para de temblar y mis ojos pican por las ganas de llorar, siento el nudo de mi garganta crecer y querer dejarme sin respiración.
Me abrazo al sentir su mirada lasciva e iracunda sobre mí. Sus ojos inyectados de sangre me dejan saber su poca cordura en éste momento. Mi cabeza sólo repite una palabra: peligro.
― Ahora te voy a enseñar a ser una perra obediente. No debes dejar que nadie más te toque ― gruñe sonando tan fuera de sí mientras acorta nuestra distancia.
― Por favor, no. No lo hagas, por favor ― suplico con la poca esperanza de que no me haga nada.
No funciona.
Lame sus labios y me asquea ver la lujuria brillar en su mirada a la ver que se sigue acercando.
― Eres sólo mía, Martha, y de nadie más.
Cuando me toma de las muñecas suelto un grito que es acallado por el impacto de su palma sobre mi mejilla, siento esa zona arder pero no tengo tiempo de lamentarme porque me arrastra hasta dejarme bajo su cuerpo, en una posición vulnerable. Siento náuseas al momento que empieza a tocar mi cuerpo pero intento mentalizarme de que ésta no soy yo. No lo soy.
Es sólo una pesadilla.
Algunas lágrimas resbalan por mi rostro con rebeldía. El sonido de las prendas siendo rasgadas golpean mi corazón haciéndolo pequeño, y de nuevo tengo que repetirme que no soy yo. No funciona del todo.
Dejo que mi mente vaya a un lugar lejos de aquí, uno donde no fui adoptada por un tío desequilibrado, donde no tengo más miedos, donde puedo hablar con las demás sin temor alguno. Me voy a un lugar donde mis cicatrices no existen. Aunque aun lo puedo sentir, rompiéndome en pedazos, ensuciándome.
Por favor, que esto termine ya. Le ruego a la nada. No hay nada que cambie lo que me a hecho. Nada.
Cuando termina me siento asqueada, y aliviada de que todo haya finalizado.
― Espero que hayas aprendido la lección, puta ― dice antes de cerrar la puerta con fuerza.
Mi mirada sigue perdida en la pared mientras mi cuerpo tiembla, permanezco así por un largo tiempo. Finalmente decido levantarme, me dirijo al baño evitando mirar mi cuerpo en el espejo del armario, e incluso mi rostro en el del lavado.
Dejo que el agua se deslice por mi cuerpo y con una esponja restriego mi piel con fuerza excesiva queriendo borrar su asqueroso tacto de mí.
Doy un gritido de histeria mientras que las lágrimas escapan como cascadas y no me detengo a mirar el daño que me estoy haciendo, simplemente quiero eliminar cualquier olor de su cuerpo en el mío.
Unas arcadas incontrolables me llevan a doblerme en mí y expulsar todo lo que hay en mi estómago.
Lloro y lloro por lo que parece una eternidad. Y, sin poder evitarlo, pensamientos oscuros invaden mi cabeza.
¡Oh, Dios! No puedo soportar más esto.
― Basta. Basta. Basta. Basta... ― repito una y otra vez, una y otra vez sin parar.
¡Ya no lo soporto más!
Sólo diré que si alguien más quiere matarlo que haga la fila tras de mí *afila su cuchillo*
No tengo más que decir 😑
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Donde Estés [Trilogía Buenos Amores #1]
القصة القصيرة― Jed, necesito un favor. ― Hola, Maddie. Yo bien, ¿y tú? ― No estoy para bromas, Jed. ― Amargada. Y dime, ¿en qué te puedo ayudar, bella? ― Necesito que me ayudes a fingir mi muerte. ― ¿Cómo? Espera, creo que oí mal. Repite lo que dijiste, por favo...