Capítulo 22: Mentiras que matan

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-Lynch, siéntate junto a Marano.

El pequeño Ross caminó el angosto pasillo del camión que los llevaría al campamento. Llegó al lugar señalado por la encargada de su grupo, y se encontró con una niña de cabello café, y hermosos ojos, que sostenía un libro en su regazo. 

-Hola. Me llamo Laura- dijo la niña, cruzándose de brazos- y pase lo que pase, no me moveré de este lugar. Me gusta ir en la ventana.

-Soy Ross- extendió la mano, y la niña le dio un apretón, correspondiendo al saludo- y no te preocupes, a mi no me gusta ir en la ventana. Luego me mareo.

Laura soltó una carcajada pequeña, y después tapo su boca, temiendo que Ross se ofendiera. Pero él sólo sonrió.

-Mis hermanos siempre me hacen burla por eso, pero no me importa. Mi hermana Rydel dice que cuando tenía mi edad también se mareaba, pero después se le quitó.

-Tal vez tiene razón. ¡Los mayores siempre tienen la razón!

-¿Y que lees?- preguntó Ross, viendo la portada de su libro.

-Es "Sueño de una noche de verano", de William Shakespeare.

-shak... ¿quién?

Laura soltó una risita.

-Es Shakespeare. Un escritor muy famoso. A mamá le gusta mucho.

-Wow. Se nota que te gusta leer.

-Muchísimo, es mi actividad favorita.

-A mi me gusta jugar con legos, y fútbol.

-¿Y eres bueno?

-Soy el que arma las mejores esculturas- dijo Ross, orgulloso.

-Bueno, espero algún día me hagas alguna escultura.

-Claro. Una de tamaño natural, si quieres.

Ambos sonrieron, y siguieron platicando de las cosas que todos hablamos cuando tenemos once años. 

Ross jamás imaginó que ese sería un día que marcaría el resto de su vida, o más bien, su existencia entera. 

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***UN MES DESPUES***

NARRA ROSS:

-He venido a hablar con Maia.

Típico, de todas las personas que podían abrirme la puerta, tenía que abrirla Elliot. 

-¿Para qué la quieres?- dijo él, irritado.

-Si fueras ella, te lo diría. Llámala.

Elliot se hizo a un lado para dejarme pasar, aunque no me quitó la vista furiosa de encima. Me senté en el sillón de la sala de estar; Elliot subió las escaleras. Casi al instante bajó Maia.

-¡Mi amor, viniste!- intentó darme un beso en la boca, pero le volteé la cara gentilmente.- ¿Qué... qué pasa? ¿Pasa algo?

-Bueno... algo como algo... pues no...

-Ross, no balbucees, eso me irrita.

-No estoy balbuceando- dije, poniéndome de pie.- Tenemos que hablar.

Maia me miró con sus inescrutables ojos café oscuro. Comencé a dar vueltas por la sala.

-Mira, yo... tú sabes que eres importante para mí, pero hace mucho que esto... pues ya no funciona. 

Tenia café en la mirada... (Fanfic Raura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora