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—Abusas de tus privilegios— Jungkook sonríe al ver a Jimin revisar los álbumes familiares desde el salón mientras que él mete la pizza en el horno. Sus dotes culinarias no van más allá.

La Señora Jeon había cumplido el sueño de restaurar su hogar algunos años atrás. Era y no era un capricho al mismo tiempo. Su casa tampoco se caía a pedazos antes, pero ahora que sus dos hijos habían triunfado y no pisaban demasiado por allí, decidió que la decoración de interiores se convertiría en su nuevo pasatiempo.

Había derribado el tabique que separaba la cocina del salón, de modo que la panorámica de la planta baja estaba ahora completamente despejada. Es un alivio para Jungkook que no haya decidido hacerlo hasta ahora, si su madre hubiera podido vigilar a sus hijos desde el salón cuando eran pequeños, hubiera descubierto que pintaban bigotes a las chicas de sus revistas o que se limpiaban las manos llenas de tarta en las cortinas blancas.

Pero ahora Jungkook tiene acceso directo para ver todas las acciones de Jimin, que se arrodilla en cada estantería para abrir los álbumes y después fotografiar con su móvil las más humillantes.

—La pubertad te golpeó como un camión— Jimin prácticamente se retuerce en el suelo de la risa.

Jungkook se acerca por detrás, mientras se saca la camisa del pantalón para estar más cómodo. Le encanta la idea de que Jimin esté sonriendo por sus fotografías familiares a pesar de morir de la vergüenza. El mayor está sentado y encorvado en el suelo para mirar más de cerca las fotos; casi parece una bolita. Va vestido con un chándal gris, el pelo cardado como una ovejita por no tener estilistas cerca.

A la mierda los smokings, piensa Jungkook. Prefiere el Jimin en pijama, y en su salón (claro está) y en su cuarto y, ya de paso, en su cama.

Jungkook se agacha y apoya la cabeza en el hombro de Jimin para poder ver las fotos también. El rinconcito de su cuello y su risa, ¿Qué puede haber mejor?

—¡Oye, oye!— grita Jungkook avergonzado— Pasa la página, ¡eso no es para todos los públicos!

Jimin se acaba de parar en un foto donde la Señora Jeon le cambia los pañales sucios al Jungkook más sonriente que ha visto en siglos. Qué culito más adorable.

—¡Vale, vale!— se carcajea Jimin— Tranquilo, Ankookonda.

Jungkook se sonroja golpeándole la espalda, no había necesidad de que Jimin viera su pajarito a los seis meses de edad.

—¡Pero qué cosa más mona, Kookie!— se enternece tanto que distorsiona la voz, como cuando habla con un perro— ¿Quién es el niñito más guapo de Busán? ¿Quién es? ¿Eres tú?

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—¡Pero qué cosa más mona, Kookie!— se enternece tanto que distorsiona la voz, como cuando habla con un perro— ¿Quién es el niñito más guapo de Busán? ¿Quién es? ¿Eres tú?

Jungkook pone los ojos en blanco.

—Pues no. Soy yo, yo nací primero— Jimin responde por sí mismo— Eh, pero en serio, necesito esta foto en mi cartera para alegrarme todas las mañanas.

Kookmin's ArchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora