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Hoy Jungkook ha sustituido el coche de seguridad Mercedes con los cristales tintados por uno de segunda mano con asientos retapizados y la peor elección de tela posible. La radio ha emitido tres canciones de BTS durante el viaje y se ha encontrado cantándolas con Holland, al volante.

—Sois los niños bonitos del capitolio— Holland pone los ojos en blanco cuando Fire interrumpe las noticias internacionales de la hora punta, porque todo el mundo sabe que el bombardeo a Siria es menos importante que los agudos de Jungkook.

Sin querer, el maknae reveló hacía un rato parte de DNA, cuando se suponía que la información sería altamente secreta hasta el 18 de septiembre. Se mordió la lengua al hacerlo, pero Holland dijo que le gustaba el ritmo, así que al menos habría merecido el spoiler.

Jungkook se ríe sin ataduras, tiene los pies apoyados en el salpicadero mientras se come un Happy Meal. Holland le consiente demasiado. Al pasar por el McAuto, ha pedido un menú doble para el maknae, y aparte de la comida, una corona de papel dorada para el cumpleañero.

A la altura del centro de Gangnam Jungkook se ha hecho una bolita en su asiento para no ser reconocido.

Holland silba impresionado, mirando a su alrededor.

—Fíjate, yo regalándote coronitas de cartón, y mientras tanto...— la gente que pasa por la avenida más transitada de Corea se para en medio del cruce para hacer fotos a las pantallas, maravillados, las niñas gritan y los fanboys veneran los escaparates de las tiendas que muestran su foto— ...Todas las grandes pantallas de Gangnam deseándote un cumpleaños feliz.

Jungkook esboza una sonrisa nerviosa. Lo último que quiere es llegar a casa, porque sabe que es lo último que hará. Casi puede materializar a PD Nim esperándole en el estudio, con Namjoon respaldándole, Jin corroborando su opinión, el resto de chicos asintiendo con la cabeza mientras le juzgan por ser un completo irresponsable, una desilusión y un retraso para el comeback.

Y a pesar de que el continuo movimiento nervioso de la pierna de Jungkook y su tensión sean más latentes que las ondas de radio, Holland continúa conduciendo, siguiendo las indicaciones del idol para llegar a su apartamento.

Jungkook estaba deseando que Holland hubiera torcido la dirección por alguna boca de calle, o hacia una gasolinera. Pero está aquí, el coche se detiene, mira el edificio en silencio tragando saliva.

—Eh, ¿Aún piensas en la cita de la semana que viene?— Holland está reposado en su asiento, las manos soltando el volante, tras su cabeza con una expresión tranquila —Digo... Tendrás la agenda apretada.

Hacía un rato habían acordado conocerse más.

—Ven a vernos grabar— Jungkook sonríe emocionado— ¿Quieres?

—Claro. Llámame o algo, ¿Vale?— le pellizca la mejilla— O si eso es demasiado mundano para ti, salúdame por la tele.

El beso que Holland le da en la mejilla antes de huir a toda prisa del recinto de BigHit es lo único que mantiene a Jungkook en pie cuando seguridad viene hacia él en manada, chapurreando por su walkie-talkie algo así como <<Ya le tenemos>>.

Le están esperando. El pajarito de BigHit se ha escapado del nido y ahora tiene que lidiar con los buitres.

***

El número de fans gilipollas que compran incluso jabón de pies de BTS con tal de que lleve su nombre crece cada año, y con ello, el beneficio de la empresa y, por tanto aumenta también el presupuesto para organizar fiestas sorpresa (cada cual mejor que la anterior)

Kookmin's ArchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora