El destino en veces puede ser demasiado cruel haciendo que una persona sufra y pase por momentos duros en su vida, pero al final siempre hace que esa persona tenga su recompensa.
Tsunayoshi no es la excepción, ya que después de pasar por tantas co...
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Kyoya tan solo tenía ocho años en aquél entonces.
Ese día despertó en su cuarto, apenas iba amaneciendo, el sol salía poco a poco dando luz por todo el lugar.
Se levantó y revisó el calendario viendo que era solamente el catorce de febrero.
Suspiró molesto, era aquel día de cada año en que los tontos herbívoros se daban regalos uno al otro transmitiendo amor por los aires y era el mismo día en que su tío herbívoro hacía que todos fueran a una comida a festejar el amor de la gran familia.
Tal vez no iría sino fuera porque su pequeño destinado lo convencía cada año y siempre le daba algo.
Este año había tomado la decisión de darle algo al pequeño castaño por primera vez.
Rápidamente bajó a desayunar. Sus padres se encontraban trabajando, cada quien en una misión importante. Llevaban días ya que se habían ido y el azabache se encontró estando solo junto con la servidumbre, pero como estos le tenían un gran miedo debido a su personalidad, no se le acercaban, así que era lo mismo a estar solo.
Después de desayunar se fue a bañar y arreglarse. A las nueve de la mañana ya se encontraba en un auto camino a la Mansión Vongola, entre sus manos se encontraba un regalo.
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-¡Kyo! ¡Kyo!- un pequeño castaño de pelo alborotado de solo cuatro años ya se encontraba en la entrada esperando al azabache con emoción.
-Ya casi llega mi pequeño omnívoro no te preocupes.- su mamá le dedicó una pequeña sonrisa viendo como su hijo se movía de un lado a otro vigilando la puerta metálica esperando a que se abriera y viera a su pareja destinada.
-¡Buu~! ¡Ya quielo que llegue!- el menor hizo un puchero y Alaude no pudo evitar el pellizcar sus redondos y gordos cachetes.
En eso las puertas se abrieron y un carro negro entró deteniéndose frente a ellos. El chofer salió y abrió la puerta trasera de donde se bajó la persona que Tsuna estaba esperando.
-¡Kyoya!- gritó emocionado y corrió a él abrazándolo fuertemente de la cadera.
-..Omnívoro..- el azabache susurró y con un brazo le devolvió el abrazo. Al separarse Kyoya le extendió el regalo al pequeño sorprendiéndolo.