Día 5

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—Yo no te he ofrecido nada de comer, me disculpo. ¿Qué se te antoja? —mis manos estaban sudando pero las entregué sobre sus piernas para que no se diera cuenta. Estaba a punto de arruinarlo de nuevo.

—Tranquila, no tengo hambre —se levantó igual que yo. ¿Pensaba irse?

—Traeré unas galletas de igual forma, esperame —no esperé a que diga algo y fui a buscarlas.

Eran mis favoritas desde que papá un día las trajo después de salir de su trabajo. Vainilla y chocolate, es la mejor combinación si se habla de galletas.

—Son muy buenas, debes probarlas —se las entendí y las tomó.

Estábamos nuevamente sentados, ninguno de los dos hablaba porque estábamos comiendo pero el silencio no era para nada incómodo.

—Me encantan, son realmente buenas —sonrió.

—Te lo dije —empecé a reír.

—Voy a empezar a comprar estas galletas cuando vaya al supermercado con mamá.

—¿Te parece si mañana salimos o algo? —solté sin mirarlo.

—Lo siento —sentí como mi corazón se partió— debo ir a una cita médica con mamá mañana.

—No te preocupes, tu salud es mucho más importante pero quiero que me respondas algo.

—Claro, dime —se giró hacía mi.

—Esto tiene que ver con lo que me contaste en la heladería ¿verdad? —junte mis dedos en señal de nerviosismo. No sabía si debía preguntar eso.

Tardo minutos en responder— Si pero no es nada grave, ya sabes que los doctores siempre exageran, es sólo un chequeo.

—Me dejas más tranquila.

—Lo podemos dejar para otro día, tranquila. Ahora debo irme, mamá llegará pronta y sabes que... —lo corté.

—Entiendo, es mejor que te vayas —lo llevaría hasta la puerta. Mis padres también volverían pronto, más mi padre.

—Adios —estaba en el marco de la puerta mirándolo por última vez.

—Espero verte pronto —sin más me abrazo y depósito un cálido beso en mi mejilla. No dijo  Ada más y regresó a su casa.

Volví a mi habitación después de comer algo para poder dormir, estaba muy cansada. Me llevé la grata sorpresa de que la sudaderera que le había prestado a Martinus tenía su aroma, era estupendo. Dormí abrazada a ella.

(...)

Desperté al escuchar el ruido de un auto, pensé que era mamá pero era Martinus y su madre alejándose en su auto. Supuse que estaban yendo a su cita medida, no se lo pregunte pero desconocía el lugar a donde se estaba dirigiendo. Sólo esperaba que volviera pronto.

Mamá se encontraba en casa porque era domingo y papá igual supuse. Me vestí para bajar a desayunar. Moría de hambre como casi todas las mañanas.

—Hola mamá.

—¡Pero que sorpresa! Pensé que ibas a dormir un poco más —mamá siempre tan intuitiva.

—Tengo hambre.

Después de varios minutos ya estaba frente a mi desayuno. Se veía delicioso.

—Lo confirmaron —apareció papá de la nada.

—Debo ir a comprar un vestido para la ocasión —mamá salió corriendo a su habitación. Aún no entendía de que estaban hablando.

—¿De qué hablas papá?

30 días junto a Martinus (Marcus Y Martinus)(Marcus And Martinus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora