El oscuro cabello se movía de arriba hacia abajo, sólo un poco, mientras Jungkook daba todas aquellas vueltas por el campo de deportes, sus fuertes piernas se movían con firmeza y los brazos, flexionados a sus costados también, acompañándolo.
Su piel estaba ligeramente tostada por haber corrido tanto bajo el sol, y el sudor que recorría su cuerpo lo hacía brillar un poco bajo la luz, Jungkook se veía hermoso, todo de él era perfecto e inalcanzable al mismo tiempo.
Taehyung lo observaba escondido detrás de las gradas, con admiración y amor, él gustaba de Jungkook, aquel chico era demasiado apuesto, además de popular y amable, pero Kim aún no le hablaba pues, temía recibir su lástima.
No había cabida en ese mundo para un chico con gafas y ropa del siglo pasado, actitud tímida y buenos valores.
Había un gran mundo, lleno de fiestas, diversión y amigos. Desgraciadamente, ese mundo se compraba con un buen aspecto, y Taehyung no tenía ganas de cambiar.
Pero lo estaba reconsiderando otra vez, esa semana había sido muy inestable para él, sus sentimientos seguían creciendo y cada vez quería más estar con el chico Jeon.
Acariciar su cabello, ir de la mano, darle abrazos, tener sexo y ser mimado. Todo eso lo deseaba, con mucha fuerza, pidiendo a mil estrellas fugaces y a incontables santos por la noche.
Entre tantos pensamientos, un suspiro se le escapó, y Jungkook lo escuchó.
-¿Quién eres tú?¿Qué haces aquí?- Preguntó estupefacto y un poco agresivo, agitando su propio y húmedo cabello.
Taehyung negó con la cabeza y se fue corriendo, saliendo del instituto y volviendo a casa. Ya no podía más, su pecho se iba a fundir. El amor era de temer.