Taehyung sentía las manos de Yoongi moverse por sus hombros y su espalda suavemente, con el objetivo de tranquilizarlo, en parte fallando, y en parte teniendo éxito. El de finos cabellos castaños se miró en el espejo para acomodarse los cabellos, la habitación estaba en total silencio.
Bajó sus manos y aprovechó el momento para acomodarse el saco blanco -Y-Yoonie, ya puedes parar, no estoy tan nervioso- Comentó en un suspiro, era en esos segundos donde se cuestionaba si iba a estar bien pasar el resto de su vida con ese hombre.
Desde lejos se escuchaba la música típica que va en una boda, en la entrada de la novia, eso indicaba que era bastante tarde -Entonces apúrate- Regañó el mayor, que era rubio, y ambos salieron del cuarto, para caminar por el bello pasillo a la entrada del salón.
Taehyung enrolló su brazo con el de Min, sosteniendo el ramo de jazmines con la otra mano. El rubio no era precisamente su padre, Taehyung nunca había tenido uno, simplemente era un amigo, pero se asimilaba más a una figura paterna.
Por eso estaba allí, guiando al castaño hacia el altar, escuchando lo emocionadas que estaban las personas de alrededor, viendo desde lejos a un pelinegro con una falsa sonrisa, que esperaba bajo el arco de flores.
Los ojos de Taehyung brillaban, su relación había progresado y los años habían pasado, para formar una boda. Aunque eso cubría todas las peleas que habían tenido, él seguía feliz como un pequeño niño.
Yoongi soltó a Kim ocultando su tristeza, si Jungkook no estuviera allí, él se hubiera casado con aquel tierno ángel de blanco, pero las cosas no se habían dado.
Taehyung y su alma quedaron aún más atados a Jeon ese día, si se podía.