Jungkook se había rapado el cabello, sólo dejandose un centímetro que este, para que la caída no se notara tanto. Taehyung se encargaba de animarlo y bromear con él para que no estuviera tan triste porque poca esperanza le quedaba.
A pesar de haber cumplido varias fechas de quimioterapia, de aguantar el dolor, de poner empeño en dietas y recurrir a cualquier tipo de medicina, Jungkook no mejoró y los médicos le dijeron en la cara, sin filtros ni delicadeza, que le quedaban meses.
Habían llorado bastante y el castaño se dio cuenta por fin de que su esposo iba a morir, se sentía sumamente culpable porque creía que era su culpa. Por dejarlo ir a esos bares, por permitirle hacer cosas que no eran sanas.
Taehyung soltó un suspiro ahogado cuando escuchó el pitido de la máquina que marcaba los latidos. Negó con la cabeza, eso no estaba sucediendo, aún le quedaban meses, eso había dicho el doctor.
Kim ni siquiera se había despedido, no había hecho nada con Jungkook. No habían tenido hijos ni tampoco se habían ido de viaje a algún lugar paradisíaco. Allí cayó en la verdad, mientras observaba sin fuerzas para gritar cómo el personal médico luchaba por salvar al pelinegro.
Jungkook no iba a volver más, Taehyung no iba a volver a verlo de pie. Ya no iba a poder llamarle, iba a haber un hueco en su cama, un hueco en todas partes.
Claramente, ya habían pasado meses desde ese hueco. Desde que Jungkook golpeaba a Taehyung e iba de bar en bar, ese hueco era cosa de todos los días. Pero el castaño se negó a eso, suprimió a esos recuerdos.
En su mente perduró el Jungkook amable y considerado de hacía años, aquel al que sí extrañaría por siempre.
Todos estaban en la sala de espera -Pero él sigue aquí...él vive a través de mí ¿Verdad?- Kim le exigió la respuesta al padre de Jungkook, que sólo sollozaba y nunca dio respuesta.
Y Taehyung enloqueció, creyendo que Jungkook aún estaba vivo, cuando no era así.
