Sin beso

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- ¿Traes el condón?

- Si.

- Bien. Más vale que seas suave está vez, imbecil.

- Si, si - rodó los azulados ojos. - pero luego si me dices que vaya rápido no me detendré. Siempre es lo mismo.

- ¡Callate! - frunce el ceño y se cruza de brazos mientras desvía la mirada.

El rubio sonríe mirándolo, para ser malhumorado y mandon es muy lindo, demasiado para su propio bien. Toma su mano y le da un suave beso en el dorso sin dejar de mirar sus ojos cafés.

- Te ves hermoso cuando te molestas.

El castaño apretó los labios y se sonrojó un poco, quitó su mano y miró indiferente a el chico frente a él.

- Apuremonos queda - miró su reloj y después levantó la vista para agregar sin pudor - poco tiempo para tener sexo. Aparte tengo que ir a una cena familiar luego.

- Ah... se escucha como algo tedioso.

Retomaron la caminata que habían detenido segundos antes.

El castaño suelta un suave suspiro - lo es, irán mis primos pequeños. Y mis tías nefastas. - suspira nuevamente.

- Bueno por lo menos te divertirás conmigo por un rato - le guiña un ojo. El otro rueda los suyos.

- Que gran consuelo - dice sarcástico.

- No se por qué lo dices así. - sonríe de medio lado enseñando un poco de su dentadura - siempre te diviertes y... - se inclina sobre su hombro - ruegas por más. - muerde ligeramente su oreja. El ojicafé lo aparta, poniendo una mano en su rostro para empujarlo hacia atrás. Limpia, con la manga del suéter del uniforme, su oreja.

Infla los mofletes - Sabes que no me gusta que hagas eso.

- No seas mentiroso, Leo.

- Leonardo. - corrige irritado - te dije que no me digas "Leo" es molesto.

- A veces pienso que todo te parece molesto... Leo - agrega para picarle un poco. Leonardo gruñe por lo bajo.

Después de eso continuaron caminando en silencio. Cuando al fin llegaron a su destino, una habitación ubicada, convenientemente, al final del pasillo, Leo sacó una llave plateada, un tanto pequeña, de su bolsillo, la puso en la cerradura de la puerta y la abrió. Entraron.

- Y bien ¿donde? - el moreno se apoyó en el escritorio. El rubio sonrió.

- Ahí mismo.

- ¿Que? ¡No! Está... - el ojiazul no lo dejó terminar abalanzandose encima suyo para inmovilizarlo en el escritorio, tirando gran parte de lo que había sobre este.

- No lo hemos hecho en un escritorio antes - murmuró en su oído deslizando su lengua por el  lóbulo de su oreja y la extensión de su cuello hasta llegar a su clavícula derecha, donde mordió esta suavemente.

- Mmh, hay cosas... - susurró el chico.

- Podemos sacarlas ¿cuál es el problema...? - comenzó a sacarle el suéter, para después tirarlo al suelo, y así poder desabrochar los botones de la camisa blanca que llevaba puesta, por cada botón un pequeño beso en la piel morena descubierta a su paso. Cuando hubo desabrochado todos deslizó una de sus manos por el contorno de su cuerpo delineandolo. Acercó su boca y comenzó a besar su cuello y claviculas, dejando pequeñas marcas rojas y mordidas.

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