El chico

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¡Vroom!. Estaciono el auto y me bajo. Camino a paso lento hasta el maletero. El frío viento de la noche sopla suavemente moviendo las hojas de los árboles a mi alrededor. Abro el maletero y tomo del cuello al niño que se encuentra ahí, lo saco, se retuerce intentando escapar, lo cual no es posible gracias a las esposas que tienen sujetas sus manos y que están unidas con una soga a las de sus tobillos, me mira con súplica pero no le presto atención y lo arrojo al suelo como si fuera una bolsa de basura, cierro la puerta del maletero. Me acercó a su pequeño cuerpo que tiembla al estar completamente desnudo en el suelo, miro su suave piel que decorada por varios moretones oscuros se eriza por el frío, me arrodillo y coloco mis piernas flexionadas a los costados de su cuerpo, observo sus lágrimas y sus intentos desesperados por soltarse, por hablar, cosa que es impedida por la cinta que tapa su boca pequeña y deliciosa, mis manos recorren su cuerpo angelical con lentitud apretando, de vez en cuando, algunos de los moretones que hize hace sólo una horas atras. Tiembla. Se mueve y su llanto opacado por la cinta se escucha desesperado, una sonrisa se extiende lentamente por mi rostro, me agacho y lamo las lágrimas que caen por su mejilla derecha, sigo el recorrido bajando por su cuello y pecho hasta sus dulces y pequeños pezones duros por el viento helado. Me dedico a chupar y lamer esa parte por un rato hasta que en un momento muerdo con fuerza haciendo que su espaldita se arquee y más lágrimas salgan, muerdo más fuerte, otra vez, me detengo cuando el sabor metálico de la sangre se cuela en mi boca y esta, poseída y con restos de sangre, se desliza por su torso dejando profundas mordidas y negros chupones que me dedico a admirar de vez en vez.
Cuando decido parar de marcar su delgado torso tomo su pene minusculo con una de mis manos, con la otra su cabello y lo estiro rudamente hacia atrás para deleitarme con sus expresiones, acarició despacio su miembro a veces apretandolo con fuerza haciéndolo soltar sollozos ahogados y otras lo doblo jugando con el como si fuera un pedazo de plástico, como un juguetito.
Su rostro se deforma de dolor con cada movimiento de mi mano en su pene, y también por la otra que cerrándose estira con fuerza su cabello.
Sus ojos repletos de lagrimas se abren desorbitados cuando siente como mis manos los sueltan y separan sus piernas, atadas, con fuerza, mis dedos se dirigen a su pequeño ano que se contrae con cada movimiento, intenta alejarse moviéndose como un gusanito, intento que no se mueva pero sigue haciéndolo colmandome la paciencia. Se detiene unos segundos cuando mi palma abierta se estrella contra su mejilla que pronto se vuelve roja por el golpe. Me cierno sobre el apoyando mis antebrazos a los costados de su cabeza, que no es más grande que una sandía pequeña.

Susurro -no te muevas tanto, chico. No quieres que me enoje ¿no?- los intentos de alejarse cesan por completo ahora y retomo mi trabajo.
Uno de mis brazos baja a su trasero mientras sigo apoyado en él. Mis largos dedos acarician su agujerito y, de golpe, hago que entren cuatro de ellos de una. Escucho su gritó y sus sollozos, se escuchan como susurros. Sin prestarle atención los sumerjo en esa cálida cueva que se aprieta por el dolor. Los separó lo más que puedo viendo como aprieta esa parte de su cuerpo de manera involuntaria, los meto lo más profundo que puedo y los retiro sólo hasta un poco mas de la punta de estos para volver a aremeterlos dentro suyo luego. Así por varios minutos.

Decido que es tiempo de meter algo más grande en esa cavidad y me desabrocho los vaqueros, los deslizó hasta mis rodillas junto con el bóxer y mientras veo que niega desenfrenadamente, lo doy vuelta y abro sus nalgas, me hundo dentro suyo de una estocada que arranca un grito de su garganta. Se mueve enloquecido haciendose mas daño intentando escapar de mi, lo tomo de las caderas y me meto aún más profundo, el clava sus uñas en sus palmas y yo abro más sus piernas. Lo embisto con movimientos rápidos, una y otra vez, hasta que ya no escucho gritos, ni llanto, nada. En medio del sonido de mis jadeos llego al orgasmo, cuando salgo de su interior mi miembro empapado de semen y sangre no llama mucho mi atención sino su ano de donde se deslizan mis jugos y su sangre mezclados. Sonrio satisfecho y me paro. Subo mis pantalones, sin limpiarme, y un viento frío me recorre el cuerpo, mi cabeza baja y ve el cuerpo inerte de ese niño.
Vuelvo a mi auto y saco una pala. Junto a su cuerpo cabo un hoyo profundo y meto su cuerpo ahí, así como está, lo lleno de tierra hasta que el pequeño chico ya no se ve más, me limpio el sudor, guardo la pala, y me monto en mi camioneta. Salgo del lugar con la música de la radio sonando a todo volumen mientras una sonrisa se mantiene en mi cara.
A lo lejos veo a un muchacho pidiendo transporte. Me detengo.

- Ey, chico...

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