Al salir del instituto desee haber esperado un poco más dentro de él, pero ya era demasiado tarde, estaba ahí parado sintiendo una extraña sensación en el corazón mientras Canela besaba con delicadeza los labios de aquel chico rubio de ojos color gris, la forma en que lo tomaba con tanta dulzura de la cintura me hizo querer dejar escapar todas las lágrimas que tenía reprimidas, sin en cambio solo parpade continuas veces para "desaparecer" las lágrimas que cristalizaban mis ojos.
Me dirigí con rapidez a mi auto rogando que nadie hubiese notado mi actitud, azote un poco la puerta intencionalmente al estar ya dentro de el vehículo, provocado que la "parejita" se separara por el ruido que provocó mi acción.
Conduje lo más pronto posible para llegar a mi casa, incluso si soy sincero me pase unos cuantos altos, a decir verdad casi todos.
Al llegar imite la acción de la puerta, entre a mi casa y subí las escaleras de dos en dos ignorando el típico saludo de bienvenida de mi madre, le puse seguro a la puerta de mi habitación y me detuve frente aquel gran espejo, observando con detenimiento cada facción de mi.
—Entiendo porque nunca me haz notado— dije con voz quebrada apunto de llorar—si yo fuera tú tampoco querría conocer a un chico tan horrible como yo—apreté los ojos y por fin esas pequeñas gotas empezaron a resbalar por mis mejillas, me tiré sobre la cama y realmente no sé cuánto tiempo estuve ahí llorando, solo sé que me dolía tanto la cabeza que me quede dormido esperando no despertar jamás.
...
A la mañana siguiente como era de esperarse mis ojos tenían una leve pero notoria hinchazón en ellos, los bordes de estos se encontraban rojos igual que el resto de mi cara.
Tomé una pequeña ducha sin ganas ya que realmente no quería ir a la escuela, no quería volver a ver a Jos con ese "niño bonito" esta vez no me esforcé nada en arreglarme como los demás días solo tome lo primero que encontré y salí para poder desayunar, ya toda mi familia estaba en el comedor solo faltaba yo, me senté en el único lugar que quedaba frente a un gran plato de fruta que parecía ser el mío.
—Bueno días amor—dijo mi madre con esa dulzura que la caracterizaba.
—No sé que tengan de buenos—rodé los ojos con fastidio.
—Alonso, no le hables así a tu madre—me miró mi padre con notable enojó, de igual manera lo mire retante durante algunos segundos después comencé a comer aquel plato de fruta, puede observar como mis hermanos miraba con atención aquella escena, sus semblantes eran de confusión ya que yo nunca me comportaba así.
Al terminar solo me levanté de la mesa sin decir ni una sola palabra y me puse en marcha hacia el instituto.
Entre por aquellas grandes puertas que se encontraban abiertas de par en par, tomé mis audífonos con los cuales podía escuchar a todo volumen mi canción favorita y los coloque dentro de mis orejas, después coloque el gorro de la sedadera negra que portaba sobre mi cabeza intentando cubrir un poco de mi cara.
—Hola Alon—saludo con una gran sonrisa el morocho.
—Hola—correspondí el saludo y me deshice de los pequeños aparatos.
—Freddy me dijo que ayer te sentías un poco mal y por eso te fuiste así y—pauso un poco—yo solo quería saber si ya estás bien.
—Uhmm... Sí, si estoy bien, solo, solo me dolía el estómago—sonreí lo más natural que puede y el hizo lo mismo, solo que él lo hizo con sinceridad—bueno yo...
—Oye Alan—esa voz hizo para mi habla— ¿haz visto a Mati? No lo encuentro por ningún lado—preguntó el pelinegro con un poco de preocupación.
—Ahm, no bro, tal vez no vino como es su costumbre—sonrió de lado.
—Si tal vez—miró hacia donde yo estaba y su mirada se encontró con la mía—ahh, hola, lo siento por no saludar, es que no noté que estabas—me sonrió de oreja a oreja.
—Nunca lo haz notado—dije en un susurro solo audible para mí—Oh hola.
—Soy Jos—extendió su mano en modo de presentación.
—Alonso—respondí tomando su mano y sacudiendola un poco como es la costumbre
Al sentir el toque de su mano con la mía fue como si todas las estúpidas mariposas que se murieron ayer dentro de mí resucitarán y empezarán a revolotear de nuevo dentro de mi estómago, y el extraño hueco que sentía en el pecho desapareciera... podía quedarme así toda la vida, lastima que solo fueron unos minutos porque alguien llegó a asesinar de nuevo a mis mariposas.
—¡Mi amor!—soltó con voz chillona el rubio tomando al chico por la cintura, a mi chico.
—Bebé creí que ya no vendrías—dibujo un pequeño puchero.
—No podía dejarte solo con tanta zorra tras de ti—dijo recalcando la palabra zorra y mirándome.
—Ay amor—lo tomo por la cintura—yo solo tengo ojos para ti—lo beso, y me rompió el corazón.
—Yo, hmm me tengo que ir, adiós Alan—bese su mejilla y me dirigí a mi clase.