Capítulo 6 - La prueba

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Link llevaba todo el día sin estar cerca de Zelda. Todo el día. Sabía de sobra que la princesa estaba enfadada con él por no haber ido a sus aposentos la noche anterior, pero a la vez era extraño que lo castigase de esa manera tan tajante. Tampoco él se perdonaba haber perdido una oportunidad así. Además, excluyendo por completo el tema de la atracción física, sabía que Zelda no podía dormir bien sola y que seguramente no habría pegado ojo en toda la noche. Como mínimo ella esperaba consolarse durmiendo a su lado una noche más, pero él no se había presentado.

Por la mañana habían tenido aquel encontronazo frente al despacho de Dorphan y cuando acabó su entrevista, ella estaba más taciturna, si eso era posible. Él se acercó con timidez a preguntarle qué tal había ido y ella respondió con monosílabos y se marchó para refugiarse en sus aposentos. Durante el almuerzo evitó adrede estar cerca de él, incluso apartaba la mirada cuando se encontraba con la suya, y después de almorzar volvió a desaparecer. Link estaba muy confundido.

Necesitaba hablar con ella para comprobar que todo estaba bien, pero no encontraba la manera de acercarse cuando la sentía tan distante.

Pasó gran parte de la tarde rondando los aposentos de la princesa. Si decidía salir, él estaría cerca para poder hablar con ella. Aquella situación le recordaba terriblemente a sus primeros días como escolta, hacía más de cien años. Siempre la esperaba en la puerta y nunca sabía con qué excusa trataría de desembarazarse de él, huyendo para evitar estar a su lado.

Cuando puntearon las primeras estrellas, se abrió la puerta de los aposentos de Zelda. Ella apareció vestida con el mismo traje celeste de la noche anterior, pero en esta ocasión se había dejado el pelo suelto. Le hizo una seña con el brazo y ella asintió con la cabeza, acercándose a él.

—Hola —saludó Link.

—¿Qué haces aquí afuera? Aún es pronto para cenar.

—Lo sé, pero esperaba que quisieras venir conmigo a dar un paseo antes.

Ella se quedó mirando uno de los ribetes plateados de su armadura. Después cruzó la mirada con él, muy rápido, y aceptó su invitación. Decidieron quedarse en el nivel tres y rodearlo paseando cerca de la balaustrada, desde donde se podían admirar las increíbles cataratas zora.

—¿Dónde está Kei? —preguntó Zelda.

—No lo sé, creo que fue a pescar con Sidon.

—¿Y tú no vas a pescar?

—No, Zelda. Yo quería hablar contigo —dijo él deteniéndose y agarrando su brazo para detenerla también.

—Ya estamos hablando.

—Me refiero a hablar de verdad —dijo él, tratando sin demasiado éxito capturar su mirada.

—Vale, te escucho.

—Ya te lo dije esta mañana, pero yo... siento mucho no haber ido anoche a tus aposentos, créeme si te digo que lo deseaba con todas mis fuerzas, lo deseaba —"te deseo" pensó, mientras sentía que el pulso se le iba acelerando —también siento haberte dejado sola para la audiencia, sé lo mucho que te preocupaba. Ni siquiera te pude ayudar a prepararte para eso.

Ella se agarró a la barandilla tallada en mármol y gemas. Cerró los ojos y respiró profundamente, tratando de embriagarse de la pureza del paisaje. Después abrió los ojos y su semblante volvió a ser tan serio como al principio.

—Dorphan quiere que demuestre ante todos que soy la auténtica princesa Zelda. Al parecer... no todo el mundo cree mi identidad. Tendré que usar el poder sagrado.

—¿Qué?

—Es ridículo, lo sé —dijo ella, bajando la mirada.

—Me parece muy injusto, no lo entiendo —respondió él, apretando los puños.

El trono perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora