Capítulo 12 - El rey de los ladrones

1.4K 114 49
                                    

Zelda se dio cuenta de que habían sido envenenados cuando ya era tarde, demasiado tarde. Fue un envenenamiento sutil, calculado. Nadie se percató. Debieron poner algo no sólo en el caldo, sino también en la propia hoguera. Estaba convencida de que el humo que respiraban ya contenía parte de la esencia venenosa. Trató de llamar a Link, fue un segundo de consciencia, pero todo se volvió borroso hasta oscurecerse por completo.

Despertó en el interior de una mazmorra. Tres paredes de gruesa piedra, un suelo húmedo y otra pared, hecha de barrotes de hierro. No había nada frente a ella más allá de los barrotes, salvo más pared y oscuridad. Alguien le trajo una bandeja con agua y un mendrugo de pan que debió deslizar bajo los barrotes. No pudo ver quién lo hizo, porque el efecto del veneno se iba eliminando poco a poco y le impedía estar consciente todo el rato. Había vomitado unas tres veces desde que despertó allí, pero justo después de hacerlo volvía a caer dormida en el camastro. Se preguntó dónde estarían los demás, dónde estaría Link. Su prisión parecía estar aislada, no se oía nada en absoluto, salvo el crujir del aceite consumiéndose en las lámparas que iluminaban a duras penas la estancia.

—Levantaos.

Hizo un gran esfuerzo por abrir los ojos. Tenía el estómago revuelto y la boca muy seca. ¿Qué clase de veneno habrían utilizado para intoxicarles así? Pensó que podrían ser setas, algunas especies pueden pasar desapercibidas en el caldo y también pueden quemarse sin dejar olor si se dejan secar y se machacan.

—He dicho que os levantéis.

A duras penas consiguió sentarse en el catre. Levantó la barbilla, tratando de mantener un poco el equilibrio. Miró frente a ella, tras los barrotes vio la versión desenfocada de una persona.

—Usted... —murmuró Zelda, abrazándose a sí misma por el estómago para calmar nuevas náuseas.

—Alteza, si no bebéis agua os deshidrataréis y no queremos que eso ocurra, ¿verdad?

—Usted es una bruja asquerosa —maldijo ella, reconociendo al fin a la vieja Yaba.

—También se esperan ciertos modales de nuestros invitados, más si se trata de Zelda Bosphoramus, antigua princesa de Hyrule.

—¿Llama usted a esto "invitados"? Es una bruja y lo pagará caro —amenazó ella, ignorando el matiz malicioso de Yaba, que ya la había desprovisto de su título.

—Era el método más seguro para traeros aquí, alteza. Cualquier otra cosa habría supuesto el uso de la violencia, ya que se os invitó de forma pacífica en repetidas ocasiones y no se obtuvo respuesta.

—¿D-dónde estoy? —preguntó ella, aun temiendo saber la respuesta.

—Os halláis en el castillo de Tanagar, la gran Fortaleza de Cruz de Espadas. Más concretamente os halláis en una de sus mazmorras —dijo Yaba, soltando una risotada.

—¿Dónde están mis amigos?

—Oh. Eso. Todos se embriagaron a la par que vos, están retenidos en sus respectivos aposentos.

—Aposentos, embriagarse. Deje de hablar como si no nos hubiese envenenado y encerrado en una maldita cárcel. Exijo verlos de inmediato.

—No estáis en posición de exigir nada, alteza... —rio Yaba, meneando la cabeza.

Zelda sintió una fuerte arcada y vomitó de nuevo, en el mismo cubo que había usado las demás veces.

—Bebed agua y os recuperaréis —insistió la anciana.

—Quiero ver a mis amigos y que me saquéis de aquí de inmediato. No he hecho nada, no tengo por qué venir a dar cuentas por nada —dijo Zelda.

El trono perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora