Zelda era preciosa. Perfecta.
Mientras dormía de espaldas a él, su pelo largo caía como una cascada dorada por sus delicadas curvas. Toda ella era suavidad, los hombros, el pecho, los muslos. Al fin todo eso había estado entre sus manos, lo había acariciado, besado. Su olor estaba por todas partes, no ya en la cama, sino en sí mismo. Era una sensación íntima, difícil de describir. Y el calor había vuelto. El mismo calor que le transmitió cuando se reencontró con ella, La noche de la gran tormenta. Llevaban cien años sin mirarse, sin tocarse. Y ella radiaba calor, luz. Ese calor había vuelto a encenderse esa misma noche dentro de ella mientras se abrazaban y se amaban. Era abrumador.
Ella gruñó y se giró para darse la vuelta, quedando de cara a él. Abrió un ojo entre los mechones desordenados de pelo que le caían por la cara y dibujó una sonrisa perezosa.
—Link, ¿me estás mirando mientras duermo?
—Pues...
—No me importa, puedes mirar. A mí también me gusta mirar cuando duermes.
Él se acercó un poco a ella y puso la mano sobre su cadera. Aún estaba desnuda y el tacto sedoso de su piel contra la mano revivió las sensaciones que habían experimentado apenas un par de horas atrás.
—No he dormido casi nada —reconoció él —tenía miedo de despertarme y que esto fuera sólo un sueño. Pero sigues aquí.
—Qué exagerado —dijo ella, soltando una pequeña carcajada, —claro que sigo aquí. Y todo esto es muy real.
Zelda se acercó aún más y tomó su cara entre las manos para besarle despacio, como si siguiera medio dormida. Él se aproximó enredando las piernas con las suyas, los besos que se daban estando desnudos y abrazados multiplicaban cada sensación por mil. Volvió a desearla otra vez, parecía no cansarse nunca de ella, pero se limitó a acariciarla mientras ella se apegaba por completo a él, encajando entre sus piernas y el resto de su cuerpo sin permitir separación.
—¿Te sientes bien? —le preguntó, mientras ella descansaba la cabeza bajo su cuello y le daba besos adormilados en el hombro.
—Muy bien.
—N-no te hice daño.
—Ya te dije que no, todo ha sido perfecto, Link.
Él le acariciaba la piel de la espalda, enterrando las manos bajo su largo pelo, pero no las tenía todas consigo.
—Lo que te pasó anoche, no ha vuelto a pasar.
—No ha vuelto a pasar. Es normal que pase, era la primera vez, tranquilo.
—He robado tu virtud.
Llegados a este punto Zelda soltó una enorme carcajada contra su pecho.
—Link... —le reprendió entre risas.
—Es cierto, la he robado.
—Y varias veces, además. —añadió ella, sin poder parar de reírse ante su preocupación.
Link frunció el ceño. Ella se lo tomaba a broma, pero él se había asustado al ver sangre, sentía tan suave y delicada a Zelda que temía haber cometido alguna atrocidad.
—Te burlas de mí porque soy torpe —refunfuñó él.
—No eres nada torpe. Es que pensaba que sabrías algo más sobre las chicas. Siento ternura al verte tan preocupado por algo que es normal.
—Si me preocupo es porque no quiero hacerte daño de ninguna manera.
—Y no me lo has hecho, sólo me has hecho feliz.
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El trono perdido
FanficZelda ha renunciado a la idea de gobernar el reino y recorre junto a Link un Hyrule plagado de cicatrices del Cataclismo. Pronto descubrirá que cien años también han dejado huella en ella y tendrá que aprender a redescubrir su relación con Link, mie...