Capítulo 15 - Días de tormenta

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—Link, abre la boca.

—Uhm. ¿Eso lo has cocinado tú?

Kumeli había aparecido con un trozo de pastel relleno de algo de un color indeterminado. Link era capaz de comerse casi cualquier cosa, pero aquello que la pequeña orni le ofrecía tenía un olor demasiado sospechoso.

—¡Sí! Mamá me dejó los ingredientes en la cocina y sólo tuve que mezclarlos siguiendo la receta. Me he esforzado mucho —dijo ella, dando saltitos en el suelo y ofreciéndole de nuevo una cucharada de "pastel" a Link.

—Está bien.

Link cerró los ojos y abrió la boca. El pastel estaba duro por un lado y... viscoso por dentro. Había un líquido escurriéndose en su interior al masticarlo y el sabor...

—¿Qué lleva esa receta? —se interesó Kei, que presenciaba la escena con una sonrisa de oreja a oreja.

—Lleva harina de trigo para la masa, leche, manzana, azúcar, vinagre, un poco de salmón sin raspa, setas y... creo que había otra cosa... —dudó Kumeli.

—Pimienta y huevo... —dijo Link. Cada vez estaba más rojo, era imposible tragar aquello.

—¡Sí! Lleva huevos de lagarto frescos. Los busqué yo misma con mis hermanas.

Miró a Kumeli, que estaba muy pendiente de su veredicto. Sólo sentía arcadas, pero tenía que comérselo como fuera, no podía decepcionarla. Apretó los ojos y dejó que la bola pastosa y viscosa que había en su boca se deslizase garganta abajo. En el intento de evitar vomitar, se le saltaron las lágrimas.

—¿Te ha gustado, Link?

—Sí, delicioso —dijo él, recobrando el aliento. Kei hacía un esfuerzo sobrehumano para no estallar en carcajadas.

—¡Genial! Me hace muy feliz que te guste, he estado toda la mañana en la cocina. Toma, te dejo aquí este trozo y si quieres... ¡luego te traigo más!

Kumeli se alejó aleteando y dando saltos de alegría. Fue directa a decirle a sus hermanas que la receta había sido todo un éxito.

En cuanto la pequeña se marchó, Kei rompió a reír.

—No tiene gracia —dijo Link, enjuagándose la boca para eliminar aquel horrible sabor y bebiendo agua de su cantimplora.

—¡Eres un perdedor! Deberías verte la cara...

—Por la Diosa, si tengo que probar otro bocado de eso creo que moriré.

—Respira, amigo —dijo Kei, dándole palmadas en la espalda.

Después, ambos quedaron en silencio. Habían salido a sentarse un rato en una mesa de madera al aire libre, en una plataforma de vuelo, cerca de la cabaña de la posada donde se alojaban casi todos.

—Da pena tener que marcharse de aquí —dijo Kei —este es uno de los lugares más hermosos del reino. Al menos de los lugares en los que yo he estado. Sólo se respira paz. La nieve, ese olor a pino...

—Lo sé. Este lugar sólo me ha traído cosas buenas —dijo Link, aunque sólo él conocía el verdadero significado de sus palabras. —Me preocupa que nos vayamos y Tanagar aparezca con un ejército a las puertas de Tyto. Jamás me lo perdonaría. No puedo permitir que le pase nada a Kumeli, ni a sus hermanas, ni a su padre, Nyel, ni-

—Sí, sí. Ya capto la idea de lo que dices. Pero es peor si seguimos aquí. Si seguimos aquí no llegaremos a tiempo de hablar con las Gerudo y debemos formar un grupo con el que parar a Tarek cuanto antes. Ese cerebro de guisante no tardará en mostrar su poder de la forma más estúpida que puedas imaginar.

El trono perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora