En el Olimpo

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Las diosas también piden auxilio.
Gritan, claman, desgarrando la noche
del Olimpo.
En su férrea tez no hay hueco para
la ternura
pero sus corazones laten
al igual que el nuestro.
Las diosas,
inmortales
poderosas
bellas como el ocaso,
también tienen miedo.
Ay, se sienten solas.
Llevan las cadenas de un vacío eterno.
Dicen que ellas no lloran,
pobres diosas de hielo
con escarcha en los ojos,
sus almas vagan libremente por el cielo.
Y tras sembrar el aire un "te quiero"
en sus bocas,
guardan silencio.
Constante silencio desbordado
por las ganas,
sus labios vírgenes se cierran como
flores de loto y
cae el invierno.
Cantan. Crepitan.
Parecen fuego que por la mañana
se extingue en la madera.
Las diosas se despiden del amor
cuando nacen diosas.
Ellas, desafortunadas en sus riquezas.
Desean ser simples muchachas.
Dicen algunos que no existe diosa
que no se haya enamorado de un humano.
Entre las mismas divinidades se ven
vulnerables cuando esto ocurre.
Lo niegan.
Ah, cómo pueden ser de grandeza infinita
y negar al amor.
Yo digo, que incluso ellas tienen sed,
ansían abrazar a un cuerpo
que encaje con el suyo.
Por desgracia, (dicen)
Son inalcanzables.

Noches en vela.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora