Capítulo 14. Momento del rescate.

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Puede que, cuando vemos a un anciano, sentimos la necesidad de protegerlo, por que parece tan frágil que no puede valerse por sí mismo

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Puede que, cuando vemos a un anciano, sentimos la necesidad de protegerlo, por que parece tan frágil que no puede valerse por sí mismo. Son personas de piel arrugada y la forma en que caminan nos indican que no pueden hacer una caminata de grandes distancias. Mentira. Con Nana, la cosa era diferente. Tenía el mismo aspecto al de una persona de tercera edad, pero no era para nada alguien débil.

— ¿Qué crees que estas haciendo mugriento pirata? — murmuró la anciana cerca al oído del panzón. Quería intimidarlo. Este miró a la señora incrédulo, pero después de pocos segundos, reaccionó.

— Fingías — mostró una sonrisa que en poco tiempo se fue incrementando hasta llegar a formar unas redondeadas mejillas —Lo sabía. Lo sabía cuando observé cómo asesinabas a uno de mi tripulación ¡Perra, no eres para nada una anciana inútil!

Nana cerró los ojos y contuvo el fuerte grito que quería salir de su garganta; en sus épocas, esta presente fuerza que tenía era una deshonra. Miró de reojo a Daisuke, el pelinegro parecía un niño indefenso en estos momentos, con sus ojos llenos de lágrimas y una expresión dolorosa que embargaba todo el dolor al verla en ese estado. La anciana suspiró. Le recordaba tanto a su nieto. Se encontraba un poco sorprendida al ver a los mugiwaras con el pelinegro y muy feliz al ver a la pelinaranja. Nunca se imaginó conocer a los sombreros de paja, mucho menos en estos momentos tan fuertes.

Sonrió.

Eso ya no importaba, Daisuke lo había conseguido.

Nami observó a la persona de tercera edad muy sorprendida. En un movimiento rápido, había conseguido estropear el ataque del enemigo sin pensarlo dos veces. La pelinaranja se veía venir a la canosa como alguien absolutamente débil, que debía ser protegida por Daisuke, pero es absolutamente lo contrario. Su discípulo tenía que ser protegido por Nana.

— Ese hombre... — murmuró Sanji, retirando el cigarrillo de sus labios. — Mira sus manos...

—¡Reaccione rápido, vieja! — gritó el espadachín tras oír la advertencia del cocinero. Sus katanas ya se encontraban en sus manos listas para ser utilizadas contra el enemigo.

Los celos de Monkey D. Luffy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora