Capítulo 2. La súplica del desconocido y la decisión de Nami.

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— Definitivamente tiene que reposar por una semana, o quizás más

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— Definitivamente tiene que reposar por una semana, o quizás más.— comentó el doctor de los Mugiwaras mientras cerraba la puerta del cuarto donde se encontraba el desconocido reposando. Cuando levantó la mirada, se dio cuenta que la única preocupada era Nami, o eso le parecía a él. — No debemos molestarlo...

— ¡Oye, desconocido!

— ¡Luffy!

Chopper entró nuevamente al cuarto preocupado por su paciente, ya había dejado claro que nadie debía entrar, pero era obvio que el capitán solo oía lo que quería. Nami gruñó molesta por el comportamiento de Luffy.

— Navegante-san no debería preocuparse. — opinó Robin dejando de lado su libro para entrar a la cocina; Sanji la llamaba.

— No me fio de él...

—Tú no te fias de nadie, exceptuando a nosotros, Nami. Después de todo, está herido, y no creo que quiera conocerme cuando alguien interrumpe mi siesta. — dijo Zoro a la vez que dejaba sus katanas en el suelo.

— De igual manera, confiar en alguien muy rápido. — Nami volteó para seguir hablando con el peliverde; sin embargo, los ronquidos del espadachín le dejaron claro que en los planes de él no entraba ella. — Todos los hombres son unos idiotas.

Si bien le preocupaba el desconocido, también le aterraba. Sus quejas no eran más que una simple sospecha, o quizás era su desconfianza. No lo sabía. Aunque, el rostro del chico era de una persona pacífica, pero de igual manera tenía sus dudas. Entró al cuarto para ver el estado del desconocido.

— ¡Chopper, solo quiero verlo!

— ¡Ya dije que está en reposo!

— ¡Pero...

— Pero nada — Nami, harta de los gritos, agarró de la oreja a Luffy. Chopper soltó un suspiro aliviado por la intervención de la navegante. Con la mirada le agradeció. Ella, al ver esto, le regaló una sonrisa.

— ¡Duele! ¡Duele! ¡Duele! —se quejó el capitán moviendo sus manos por la desesperación. —¡Nami!

Salió del cuarto irritada, su capitán solo causaba problemas. Ahora, más que preocupada, se encontraba molesta, si Luffy seguía molestando al muchacho, dejaría a Usopp para que lo cuidara. No, sería una mala idea. Soltó un suspiro por el intenso calor que se estaba apoderando en ella, se daría un baño hasta que sus dedos se arruguen, solo así podría descansar.

—¡Nami, suéltame que duele!— La pelinaranja gruñó.

—¡Eres de goma, idiota! ¡Mis golpes no deben dolerte!

Ya no importaba si el capitán cometía una locura, así que solo se marchó.

— Pero duele... — susurró mientras sobaba su oreja afectada.

Los celos de Monkey D. Luffy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora