Ésa casa que fue el hogar donde crecí, hoy en día se siente vacía.
Esos muebles ya deteriorados, necesitan ser cambiados.
La mesa donde papá gritó a mamá tantas veces, aún permanece intacta.
El viejo televisor obtuvo toda la atención que yo jamás pude tener de mi familia. Los reunió a todos a su alrededor, los hizo reír y hasta compartir algunas lágrimas de dolor.
Esa máquina proyectó colores y sonidos que hicieron que muchas de las otras cosas de la casa sintieran envidia, incluyéndome.
Esa puerta delantera fue agredida muchas veces, siendo testigo de cada discusión que llevaba a otra partida de un integrante de mi familia, con ese sonido que te indicaba que alguien ya se había marchado.
La primera fue mi hermana mayor. Yo sólo tenía seis años y antes de irse prometió venir por mi cuando fuera mayor y viajar a todos esos lugares que tanto me había contado. Al final jamás volví a verla.
El segundo fue mi padre, luego de casi matar a golpes a mi madre y fracturarme el hombro, decidió marcharse así como todos se marchan, sin palabras pero con muchos motivos.
El tercero fue él abuelo, no se marcho específicamente con maletas, se marcho físicamente, dejando a la ropa negra hacerse necesaria durante toda una semana.
El café de la mañana perdió el sabor, junto con la alegría de aquel hogar perfecto.
Los regaños se hicieron mas frecuentes, incluso si no había motivos para discutir, aún así lo hacíamos.
Esos "Largate de aquí" fueron el producto de que mi coraje y mi ira cobraran vida.
Esa bienvenida de mi regreso a casa, fue demostrada por ese escurridizo cachorro que tanto me encanto y que en tiempos grises, fue el quien reposaba su cabeza en mis piernas en busca de cariño y pensé que yo también buscaba cariño de la misma forma en como él lo hacía.
Cada noche las luces desaparecían, anunciando la muerte de otro día más, llevándose un trozo más de mi juventud.
La monotonía cumplió un papel inquebrantable.
Mi madre ignoró todo rastro de vida en mi e hizo de la cocina un lugar exótico dónde sólo ella podía estar, callando nuestras penas con ricas recetas y sonrisas amargas bañadas con un poco de glacial.
La abuela ocupó el espacio vacío del abuelo, siendo presa de un estado inmóvil frente al televisor.
La tía Betty frustró su vida y cada nailon de colores era comprado con esa pensión que al poco tiempo no le alcanzó para comprar más.
El suelo fue mi compañero, mientras yo lloraba, él mezclaba su frío con mis lágrimas tibias, dejando gotas de ese sentimiento que se hizo presente en mi rostro.
Las ventanas, esas que tanto limpie para sorprender a mama, no fueron más que vidrios que enseñaron el cambio de las estaciones y el cambio de nuestra piel.
La casa se obligó a marchitar aquellos recuerdos hermosos de mi niñez.
»Hoy en día tengo otro hogar imperfecto, porque jamás se me inculcó lo que es un verdadero hogar.«
Tu hogar puede ser hermoso pero somos las personas quienes la hacemos diferente, la hacemos imperfecta.
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Espero les haya gustado, creí haber perdido mi esencia pero ya la recuperé.
Voten y comenten.
Ya somos 2k ❤❤
-E
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Lo que callamos en la mente© EDITANDO
PoesiaLo que callamos en la mente trata de diferentes puntos de vista sobre temas que a veces son difíciles de sobrellevar en la vida. Te contare mis pensamientos y mi opinión sobre esos pequeños detalles ignorados que quizás para ti tenga la misma impor...