Capítulo 17 | Fin Del Viaje

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La noche del sábado, Julia la pasó inquieta e irritada. Victor, consciente de los sentimientos de su hermana, respetó su malhumor, su mutismo y se limitó a tratar de distraerle con una conversación banal durante la cena, que casi se convirtió en un

monólogo.

Cuando terminaron de comer, Julia se disculpó.

—Me temo que esta noche no soy una compañía muy divertida. Creo que me voy a ir a la habitación a leer un rato.

—¿Estás seguro? Estoy dispuesto a seguir parloteando para tratar de distraerte todo el tiempo que haga falta.

—Lo sé y te lo agradezco, pero me temo que tus esfuerzos están resultando inútiles. Lo intentaré con un libro.

—Como quieras. Yo voy entonces a salir a dar una vuelta por el pueblo y llamaré a Kat para charlar un rato con ella.

—Dale saludos de mi parte.

Julia se retiró a la habitación que compartía con su hermano, cogió un libro que sabía no iba a leer, y trató de concentrarse en él. Esfuerzo inútil. Primero se colaron en su mente las imágenes de Lena y Sash sentados en el sofá de su hermano charlando amigablemente.

Luego llegaron otras que quizás se estuvieran produciendo en aquel momento, de ambos compartiendo una película al amparo de la oscuridad de un cine. Y luego las más terribles, las que su mente trataba de evitar a toda costa y su subconsciente le traía una y otra vez: Lena y Sash en una cama, besándose, abrazándose, tocándose.

Lena riendo feliz con la melena pelirroja y revuelta sobre la almohada. Lena con la mirada encendida de pasión. Lena mordiendo el cuello de su amigo. Lena gritando de placer al llegar al orgasmo. Ese orgasmo que élla quería proporcionarle.

Nunca en su vida había experimentado algo así, unos celos tan desgarradores, un deseo tan intenso. Un deseo que temía que jamás podría satisfacer. Como bien le había dicho a su hermano, estaba seguro de que éll sería la última mujer sobre la

tierra a quien Lena admitiría en su cama.

Una parte de su mente le decía que tal vez se estaba equivocando, que tal vez se limitaran a ir al cine, a tomar una copa y después cada uno se marcharía a su casa.

Pero sus entrañas le decían que no, que no se equivocaba. Que Lena y Sash iban a pasar la noche juntos.

Se levantó, fue al baño y se miró al espejo; la cara descompuesta que le devolvió el azogue le hizo enfrentar a la mujer desconocida que estaba creciendo dentro de ella.

«¿Qué estás haciendo conmigo, señorita Fadeeva?», pensó.

Luego volvió a la habitación. Abrió el minibar y sacó una botellita de whisky y una de ron que había en él, consciente de que esa noche iba a necesitar una pequeña ayuda para dormir.

A pesar de todo, pasó la noche en un duermevela agotador, lleno de sueños entrecortados donde las imágenes de Sash y Lena se mezclaban con otras en las que ella y no su amigo era quien acariciaba, quien besaba... Que era su cuello el que Lena mordía una y otra vez.

La mañana lo encontró agotado, pero ansioso por levantarse para empezar el día y conjurar los fantasmas de la noche.

Victor, consciente de las ojeras y del mal aspecto de su hermana aquella mañana, se abstuvo de hacer ningún comentario. Se limitó a conducir el volante y seguir su ruta.

La semana siguiente fue larga para ambos. En la redacción, Lena se encontró con problemas inesperados que tuvo que ir solucionando poco a poco, y se dio cuenta de cuánto la aliviaba en otras ocasiones coger el teléfono y compartirlos con Julia.

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