1:Llanto

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Capítulo uno: Llanto

La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, no los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente. Eso es lo que mi abuela no parece entender todavía, ella aun llora la muerte de mi madre.

Constantemente la escucho sollozar en su alcoba y lloro con ella, no por mi madre sino por el dolor que su muerte ha dejado en mi abuela. Jamás me he acercado a consolarla, siempre estoy aquí, oyendo su dolor a través de la puerta, mirando por la cerradura de esta. Cada vez que pronuncia el nombre de mi madre siento unas ganas inmensas de entrar y decirle que se calle, que la deje descansar en paz porque si la seguimos llamando ella querrá venir y saber qué es lo que sucede, y cuando se entere que tan infeliz dejó a mi abuela, ya no querrá marcharse, se quedará aquí en el mundo mortal, un mundo al cual ya no pertenece, sin embargo nunca me he atrevido a decírselo en el momento –no tengo el valor- y se lo termino diciendo un día después.

Recargo mi cabeza en la puerta, mis ojos cerrados y mis sentidos más agudos que nunca. Son las 12.00 a.m., lo que significa que ya es hora de que todas las almas en pena en esta casa salgan a lamentarse. Me alejo de la puerta. Lo último que escucho de su habitación es el nombre de mi madre dicho a través de un sollozo, me contengo lo mejor que puedo para no regresarme y meter una media en su boca.

-Elizabeth, ¿Qué haces despierta vagando a media noche por los pasillos?- Mi padre ilumina mi rostro con su linterna- Me has dado un susto de los mil demonios.

"Muy sentida es la muerte cuando el padre queda vivo" recuerdo haber leído esta frase en algún libro, en ese momento me pareció una frase vaga, sin un significado profundo pero ahora parece tener más sentido, probablemente mi padre no tarde en morir, está muy enfermo. Un escalofrío me atravesó de pies a cabeza.

-Lo siento padre, no podía dormir con la abuela gritando el nombre de mi madre cada 5 minutos. He de recordarte que mi habitación está a un lado de la de ella.

La expresión de mi padre es como la de alguien que acaba de ser herido por una bala. Agacha su rostro, suspira y dice:-La muerte de tu madre nos ha afectado a todos, sobre todo a tu abuela. Era su única hija, debes de comprender su dolor.

-Ella está siendo egoísta, padre.- Dicho en viva voz suena demasiado tajante, pero es algo normal en mí. Siento que la amabilidad solo retrasa lo que uno realmente quiere decir, es estúpido porque al fin de cuentas la amabilidad le saca la vuelta a la verdad, ¿quién quiere evitar la verdad? A los que le gusta vivir en la ignorancia, o sea, a los estúpidos.

-¿Por qué lo dices, Elizabeth? Llorar la muerte de un ser querido es de lo más normal. Te ayuda a desprender el dolor, es como un respiro al alma.

-Creo que llorar por la muerte de un ser querido es un acto egoísta, puramente egoísta, lo más egoísta que el ser humano puede hacer.

-Elizabeth, estás equivocada. Tu abuela llora por tu madre, no por ella misma, yo no le veo el lado egoísta.

-¿Por qué llorar por ella?- Mi voz suena más arrebatada que nunca. Jamás me he molestado tanto con mi padre solo por un comentario. El retrato de mi madre se encuentra a un lado derecho, en marcado en la pared, ella se ve tan feliz vestida de novia, siendo cargada por mi padre en la puerta de la iglesia, su mirada conecta con la mía y me veo obligada a mirar hacia otro lado, con el corazón hecho añicos. Casi me olvido que estaba haciendo:- Padre, mi madre; tu esposa, ya está descansando en paz (bueno, si es que la dejan descansar con tantos lloriqueos. A ella no le gustaba vernos llorar) pero bueno, ese no es mi punto. Lo que trato de decir es que se llora, básicamente, porque YO no voy a volver a verle, porque YO ya no podré tener más recuerdos con ella, porque ella ya no va estar a mi lado. Se llora, por uno mismo, lo que nos lleva al egoísmo. Ese es el motivo por el cual lloran las personas cuando alguien muere.

Mi padre suspira derrotado mientras que con sus dedos presiona el puente entre sus ojos. La vela cada vez ilumina menos y eso es un alivio, así no podré ver los ojos cristalinos de mi padre.

-Ve a dormir, querida. Mañana viajamos a Forks, y es un largo camino.

Mi padre palmea mi espalda, y pasa de largo a un lado mío. Miro el retrato de mi madre antes de empezar a caminar, y dirigirme a su tumba.

Soy egoísta, y constantemente me doy la contraria, un momento pienso algo y al siguiente otra cosa diferente. Estoy corriendo hacia el cementerio, las lagrimas ya empiezan a acariciar mis mejillas, pero no consuelan.

Soy egoísta, porque aquí estoy en el cementerio, a mitad de la noche llorando sobre la tumba de mi madre. Estoy gritando su nombre como la abuela lo hace, quiero que ella esté aquí, quiero sentirla, escucharla... quiero que descanse en paz, ¡PERO AQUÍ ESTOY MALDITA SEA! Gritando su nombre para que salga de su descanso hacia a mi, porque hay algo que amo más que a mi propia madre, y es a mi misma.

El egoísmo, Dios. Ese es mi más grande defecto, soy egoísta...

Levanto mi rostro al escuchar pasos, ¿quién rayos sale a las 12 de la noche al cementerio?

-Buenas noches señorita.

La voz educada de un hombre se escucha a un lado de mi persona. Me pongo de pie, hago una vaga inclinación de cabeza en manera de contestación. Sus ojos negros me escanean descarademente, y humedece sus labios.

-¿El dolor de su perdida le provoca deseos de morir?- Pregunta el desconocido con una sonrisa de lo más sínica. Su comentario desata molestía en mi, es evidente que se está burlando de mi sufrimiento.

El viento sopla en dirección a él, despeina mi cabello y vuela un poco la falda de mi pijama. El hombre desconocido, que es alto y musculoso, según lo poco que puedo ver en esta oscuridad sólo alumbrada por la luz de la luna; respira profundamente el aire, y lo exahala con mucho placer.

Se acercó a mi a una velocidad sobrenatural, me tomó por la cintura y dobló mi cuerpo para recargarlo en su pierna flexionada. No pude ver mucho, sólo un par de colmillos blancos y filosos, lo cuales se acercaron y fueron encajados en mi hombro. Un dolor intenso empezó a recorrer todo mi brazo, entonces grité aterrada, provocando que varias aves despertaran y emprendieran vuelo a mitad de la noche.

✔️Media Luna [CREPUSCULO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora