[Hamilton] Cuando Vuelvas (Jamilton con Ham histórico y Jefferson Musical)

7._Miedo

Estaba asustado, sabía que podía lidiar con muchas cosas, pero ir a la casa de Thomas era demasiado incluso para el.

Se excuso diciéndole que terminaría pidiéndole ayuda de cualquier forma.

—Deberíamos solo entrar y salir, es mejor para ti.—La voz de Laurens era calmada, no quería regañarle pero era la verdad.

—Ya te dije que veré.—Su tono era demasiado cansado, eran en realidad las tres de la madrugada y no había podido soportar esperar hasta el día siguiente.

John entendía que lo que estaba pasando era demasiado doloroso y agradecía que al fin le pidiera ayuda, pero ¿Debía ser a esa hora? Literalmente le había llamado en la madrugada diciendo que necesitaba hacer algo pero que no podía solo.

—Bien.—No quería llevarle mucho la contra, aunque estaba enojado porque Thomas le hubiera dejado esa carta y provocado que se pudiera tan mal, porque cuando llegó, estaba lleno de lágrimas, con los ojos rojos y completamente desaliñado. Se abrazaba a sí mismo.

Alexander temblaba mucho para abrir la puerta, así que debió abrirla Laurens, quien no dejaba de mirar curiosamente el anillo al que se aferraba.

Tan solo la puerta se abrió, entro corriendo con su compañero tras el. Prendió la luz y vio con nitidez el lugar que empezaba a acumular polvo. A unos pasos de la entrada había una pequeña hoja doblada.

"Todo lo que necesitas, está en la mesa del comedor."

Guiándose por sus recuerdos, fue hasta allí. El lugar estaría impecable si no fuera por las telarañas que empezaban a formarse en las esquinas.

En la mesa, hubo al menos 10 hojas.

Solo tres estaban escritas por Thomas, con una extraña letra pequeña como si temiera acabarse el papel.

Alexander había llorado mucho ya, así que cuando las tomo no empezó a lagrimear de nueva cuenta.

Laurens le veía a un par de metros de distancia, estaba preocupado pero quería que aquello ayudase a su amigo, aunque en el fondo lo dudará mucho.

—Quiero leerlas aquí.—Volteo a verle, como si pidiera permiso.

Le asintió.—Una hora, después deberemos irnos para llegar a tiempo al trabajo.

Y allí, sentado en medio de una sala con aire solitario, empezó a leer.