2. Kai

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Kyungsoo despertó envuelto en absoluta oscuridad. Se le dificultaba mucho respirar por el intenso y desagradable olor a humedad que le rodeaba, tenía frío y no había manta alguna que le pudiese cubrir lo suficiente más que la delgada sábana en el catre donde se encontraba. Enseguida recordó que el lugar aquel, definitivamente no era el dormitorio de Natural Gene.

Desesperado, se apresuró a levantarse, asumiendo de inmediato que lo habían secuestrado. Sus pies desnudos tocaron el frío piso de concreto y el catre en el que había permanecido, dio un rechinido molesto. Temblando y asustado, se dispuso a buscar algún interruptor en alguna pared, pero por más que intentaba enfocar su visión, no podía distinguir nada, y la falta de ventanas era una gran desventaja.

Su cuerpo fue recorrido por un escalofrío cuando la puerta se abrió. Seguro que el ruido del catre lo había delatado, ¿cómo pudo haber sido tan descuidado? Kyungsoo entrecerró los ojos cuando la luz que provenía del cuarto contiguo iluminó a medias. No pudo reaccionar cuando las luces fueron encendidas y terminaron por cegarlo.

Estaba de piedra ante el hombre frente a él, quien usaba una máscara que únicamente mostraba desde sus ojos hasta su mata castaña y revuelta. Kyungsoo quiso gritar, golpearlo, lloriquear para que le dejara salir, quería rogarle, «por favor, déjame ir, prometo no decirle a nadie, darte mucho dinero, hacer todo lo que quieras... pero por favor, por favor»; sin embargo, sólo logró ahogar un gemido de terror cuando el hombre comenzó a acercarse lentamente hacia él. Sus lágrimas se aglomeraron en sus ojos, esperando lo peor. Seguía sin moverse, pero temblaba sin control.

Aquél sujeto aprovechó su estado para tomar una tela gruesa y girarlo gentilmente hasta cubrirle la boca, contrastando sus movimientos con la fuerza que imprimía al hacer el nudo debajo de su cráneo. Kyungsoo no reprimió sus lágrimas ni sus gemidos de angustia, siempre se habría creído fuerte y sereno, pero jamás consideró que pasaría por una situación similar a la que se encontraba.

El hombre carraspeó y él reprimió un sobresalto. En el bolsillo delantero derecho traía un revólver, y Kyungsoo rogaba que no decidiera usarlo con él.

-Dame la cuerda, Kyungsoo -la gruesa voz del hombre alto se vio deformada por la tela de la mascarilla; el cantante buscó con la mirada y justo a un lado de donde estaba recostado, descansaba una soga larga que no notó antes debido al aturdimiento. Lloriqueó cuando la mano del otro se posó en su nuca, y los vellos se le erizaron cuando la gruesa voz llamó a su oído-. ¿No me oíste? Dame la jodida cuerda si no quieres que te vaya mal.

Su cuerpo tembló, pero Kyungsoo obedeció. La mano en su nuca le fue dirigiendo hacia el frente hasta que alcanzó la soga, y le mantuvo ahí con fuerza en una posición incómoda, con el trasero levantado y la columna curvada hacia arriba. El hombre detrás de él colocó su otra mano a la izquierda de su cadera y frotó su virilidad en los glúteos del cantante, cubiertos únicamente por los pantaloncillos cortos y delgados, y su bóxer.

-Eso es, bebé, eres un buen chico.

El hombre le hizo permanecer en la misma posición mientras repetía sus movimientos, lo que a Kyungsoo le pareció una martirizante eternidad. Podía sentir la empuñadura del revólver y el miembro del hombre crecer, endurecerse y clavarse en sus nalgas, simulando penetraciones. Aquel tipo no dejaba de gruñir mientras Kyungsoo apretaba los párpados con fuerza, reprimiendo sus lloriqueos para no ser regañado, o peor aún, masacrado.

Sintió al hombre separarse para enderezarlo con avidez, como si tuviera prisa.

Esta vez fue rudo, agresivo. Dejó el arma en el suelo y le giró para colocar sus puños a la altura de su barbilla, con los codos en el abdomen; rodeó con la cuerda las muñecas del pelinegro en repetidas ocasiones y luego hizo varios nudos por todas partes, tanto como pudo. Una vez que terminó, le arrojó al catre e inmovilizó los brazos atados contra el pecho del más pálido para que no intentara algo.

Fanatismo | kaisooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora