Confia en mi

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"14.06. 19

Sé que me odias, pero apesar de que no quieras saber de mí, quiero decirte que no olvido.

No olvido tu sonrisa, la forma en la que frunces tu nariz cuando no estás de acuerdo, la forma en la que eres decidida, dispuesta a salvar a todos, incluso a mí.
No olvido la forma de tu cuerpo bajo la luz de aquellas velas, no olvido tu voz y no olvido ni olvidare tu respiración contra mi pecho y tu corazón cerca del mío.

Te amo, Jade. No miento en ello y no lo haré aunque me apunten con un arma. Te amo y esa es la única verdad, así que, perdoname aunque sea egoísta, aunque me haya ido.

Perdón,
Tyler."
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Mientras miraba el reloj de mi muñeca, suspiré.

Habían pasado dos semanas desde que hube llegado y el efecto era más que notorio con mis ojeras y cansancio.

Estaba hecha un lío y quizás si no fuese por el hecho de estar sentada, quizás estaría desmayada en el suelo por falta de sueño.

"Necesito café."

Con eso en mente, salí de la campaña y con eso, el aire caliente de afuera impactó contra mi cuerpo.

Entrecerrando los ojos debido al sol, caminé por entre las personas uniformadas y haciendo mis respectivos saludos, entré a la campaña mayor.

El olor del café parecía llamarme apenas di un paso dentro de aquel sitio. Con unas ansias de atracarme aquella maquina, técnicamente corrí hacia ella.
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Mientras el sabor del café llenaba mi paladar y sentía que mis fuerzas se recobraban tras las largas jornadas cuidando a heridos dos días seguidos, la voz de Cameron tras de mí se escuchó y yo solo hice un asentimiento de reconocimiento cuando se sentó frente a mí.

—¿Te han dicho que pareces una clase de zombie con adicción al café?

Bostecé ante su pregunta y tras frotarme un ojo, contesté...

—Ya me lo has dicho tú, sientete dichosa por ser la primera.
—Lo haré, no te preocupes. Toma —me tendió un sandwich de queso y jamon—. Apesar de no haber estado por unos cuantos meses, sé que tu manía por saltarte las comidas cuando estás de servicio no va a cambiar. Come.

Con aquel plato frente a mí, mi estómago pareció volver a ser humano y reaccionando ante la falta de comida, empecé a comer aquel emparedado.

Por otra parte ella se limitó a beber de su taza.

Cuando ya hube terminado de comer y sentirme menos zombistica, la miré y haciendo una mueca que pretendía ser sonrisa, le agradecí.

—No hay de qué. Pero —colocó su taza en la mesa—, deberias aprender a comer, uno de estos días te desmayaras y no me apetece tener a la oficial Price gritando por falta de personal.
—Tratare, pero...—miré mi reloj—...,tengo que volver, sabes cómo es esto. No hay descanso.—me levanté de la silla y tomando el plato y aquella taza, me despedí.
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El café parecía volver a estarse convirtiendo en mi compañero eterno. Esta era la cuarta taza que llevaba y al parecer la suerte no quería estar de mi lado,debido a que por el cúmulo de personas heridas- civiles incluidas- por el atentado de hace una semana, estábamos abarrotados y no tendría relevo, al menos no estas noches.

Mientras algunos pacientes descansaban y otras asistentes prestaban su servicio, yo estaba casi cayendome de la silla. Sin embargo, antes de que tuviese que recurrir a una quinta taza, otra camilla entró al cuarto y siendo yo la única desocupada, me levanté y fui al encuentro.

La chica rubia me hablaba rapidamente, pero no siendo una novata en esto, pude entender claramente que aquel soldado había sido herido con arma de fuego en el vientre y que necesitaba de la usual vigilancia postoperatoria.

Asintiendo tras sus palabras y tras ella desaparecer, me senté al lado de aquel hombre de rostro sereno por la anestesia. Tomando su manta, la quité lentamente para ver el área afectada. Tras alargar la mano, tomé una linterna para alumbrar la zona debido a la falta de iluminación aquella noche.

Sin embargo, cuando iba a quitar el vendaje para cambiarlo por otro, una mano sujetó mi muñeca, sobresaltándome.

Mirando en su dirección, vi sus ojos mirándome y su voz pausada debido al dolor y a la-de por si- respiración agitada que llevaba, se escuchó.

—¿Quién eres?
—Tranquilo, yo...

Apretó su agarre y entonces murmuró algo que fui incapaz de escuchar. Conociendo las típicas reacciones, lentamente acerqué una mano a su frente y tras él tensarse, le sonreí para tranquilizarlo.

"Tiene fiebre."

Posé la mano sobre la que me sujetaba y antes de que sus ojos se cerrasen, le susurré...

—Confia en mí.

¿Por siempre? Más alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora