"Está bien"

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Aunque no se suponía que estuviera aquí. Aunque no se suponía que yo debía estar a su lado y aunque la mirada llena de preguntas de la oficial Price estaba sobre mi, yo solo tenía ojos para aquella morena inconsciente sobre la camilla.
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—La fiebre se le bajará en unas cuántas horas con la inyección que se le suministró. No es necesario que se quede, cabo Prescott.

Su voz firme hacia contraste con su apariencia. Sin embargo, apesar de ser tonto, me negaba.

Me negaba porque, de alguna forma, tras verla caer, todo en mi se había sacudido. Me negaba a alejarme, quería quedarme y aunque ella fue firme en su decisión, logré convencerla.
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El tic tac de aquel reloj hacia eco en la habitación y a pesar de que fuese más allá de la medianoche, mi cuerpo se negaba al cansancio. No lo sentía. Mis ojos solo estaban fijos, delineando cada facción de su rostro.

La lámpara junto a su cama la hacia lucir, de alguna forma, irreal. Distinta. Cómo si fuese de otro universo y eso me sobrecogió.

¿Por qué sentía aquello?

¿Por qué había sentido dolor y miedo al verla desvanecerse como un ser frágil entre mis brazos?

Miré su mueca, pacífica. Fue un impulso (creo que lo fue), aunque no podía jurarlo porque, tal vez, fue una necesidad. Pero, elevando mi mano, acaricié su mejilla; colocando a un lado su cabello azabache,miré su rostro. Sus cejas, sus pestañas, sus mejillas, su nariz hasta que, tras mirar todo eso, mi atención se puso sobre aquellos labios entreabiertos.

Esto estaba mal, ¡con un demonio, que lo sabía! Estaba mal de miles y miles de formas y aún así, yendo en contra de lo que sabía, yendo en contra de lo incorrecto de mi corazón acelerado, los acaricié.

Sintiéndolos suaves y húmedos, los delineé, los dibujé y coloreé en mi mente. Eran rosados y hermosos de cierta forma...

"¿Hermosos?"

Sí, lo eran. Eran hermosos como ella y aquello me resultaba extraño. Sin embargo...

"La habías anhelado."

Murmuró una voz en lo profundo de mi mente. Anhelar... Aquella palabra cuya definición se había perdido con el tiempo, siendo susurradas nuevamente, siendo causadas por alguien más. 

Anhelarla...

Observé su mano inerte al lado de su cuerpo y la tomé. Sentí su tacto, su calor y entonces lo supe.

Había sido un tonto, uno sin salvación. Sí, era cierto.

.... La había anhelado.

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Algo calentaba mi piel, causando que frunciese el ceño.

Gemí por la incomodidad y tras luchar por un momento, enfoqué mí alrededor. El techo apareció frente a mí.

—¿Qué...?

Murmurando aquello, miré a la izquierda y los rayos impactaron en mi cara, provocando que automáticamente quisiese cubrirme, sin embargo, mi mano no había respondido.

Algo pesaba.

"¿Qué diablos...?"

Si alguna vez alguien dijo que el tiempo no se podía detener, entonces no estaba viviendo esto. Lo sentia. Sentí el tiempo detenerse al verlo a mi lado mientras su mano tomaba la mía. Sus ojos estaban cerrados y algo en mi deseó ver su rostro.

Quizás era peligroso, quizás no lo fuese. Pero quise hacerlo.

Tras levantarme de la cama y quedar sentada, traté de tocar su rostro, pero aquello solo hizo que mi espalda volviese a estar sobre la cama. ¿La razón?

Quizás era parte de su entrenamiento, eso sería capaz de explicar el porqué de su rápida reacción por su alrededor y de que se encontrase  a pocos centímetros de mi rostro.

—Si querías saltarme encima, haberme avisado antes para poder prepararme.

Con aquella respuesta tonta e incómoda de mi parte, todo él se relajo y dando una mueca que, juraba, era un intento de sonrisa, se disculpó.
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—Así que...—lo miré—... ¿Por qué estabas dormido a mi lado? ¿Qué...?
—Debes comer.

Con aquel intento de huida, lo tomé con dificultad del brazo y frunciendo levemente el ceño por el dolor de la intravenosa, le exigí que hablase.

Mientras hablaba, lo veía esquivar mi mirada, por lo que sabía, estaba mintiendo. Sonriendo por eso, apreté su mano y, a pesar de que era una locura el arriesgarme y, siendo consciente que quedaba expuesta, dije...

—Me gustas, ¿está bien? Y aunque sé que sea una tonta por eso, sabiendo que para ti soy lo más parecido a un grano en el culo —reí mientras miraba nuestras manos, sentía miedo y aunque estuviese diciendo aquello, no era capaz de mirarle—, necesitaba decirlo o sino explotaría de tanto pensar en ti y sí, sé que esto es cursi y la verdad no suelo ser cursi. La verdad yo nunca he dicho cosas como estas y...
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Mis oídos habían quedado en sus dos simples palabras, el resto solo había sonado a murmullos sin sentidos. Mi corazón había perdido el control y yo, por primera vez decidí que era lo que quería. La forma en la que ella hablaba para sacarme algo, la forma en la que parecía estar enfocada en su trabajo y olvidaba comer por estar concentrada, la forma en la que la había observado y me había engañado por ello y la forma por la que, aunque hablase tan rápido, su presencia fuese pacifica para mí.

Sonreí por primera vez después de tanto, senti por primera vez después de tanto y permití por primera vez después de tanto. Tomando su mentón y rodeando su cintura con mi brazo, la acerqué a mí y olvidando el lugar y todo lo demás, susurré un "está bien" para luego besarla.

Sí... Estaba bien, se sentia bien y aunque todo podía ser incorrecto, para mí era lo más real que había conocido, lo que se sentía que debía ser así. Ella en mis brazos, solo así.

Sí... Me gustaba aquella chica que se había puesto en medio de aquella pista de entrenamiento y me gustaba aquella chica que hablaba como si no necesitase respirar. Sí... Esa era la repuesta más incorrectamente correcta, ella... me gustaba.




¿Por siempre? Más alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora