Remitente

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Entre mis manos se encontraba el dolor más profundo que mi corazón era capaz de experimentar. No podía entender que había cambiado, no fui capaz de hacerlo a pesar de intentarlo. Mi corazón se sentía vacío y sangrante ante las palabras de aquella carta entre mis manos.

"Quise ser capaz de ser fuerte, quise creer que amarte era una causa mayor para sobrellevar mis miedos, pero supongo que, siendo un egoísta, quise ir en contra de la realidad, quise encerrarme en una falsa ilusión.

Te amo, Jade; pero tengo miedo del daño que sea capaz de causarte. Soy débil a pesar de pretender. Me cambiaste con tu forma de ver las cosas, con la forma en la que reías por cualquier cosa y por la forma de ser tan fuerte que tanto envidiaría. Te amo y porque te amo, he decidido marchar.

No te pido por tu perdón, sé que no lo merezco.

Tyler."

Sus palabras me rompieron aquella noche fría y solitaria de noviembre. Mi corazón se perdió entre piezas rotas y las lágrimas corrieron por mis mejillas. No, no podía odiarlo a pesar del dolor, no podía maldecir su nombre; no podía a causa de que mi corazón se negaba a sentir algo distinto del amor. Su miedo y su capacidad de confiarme sus más grandes miedos, sus profundos sentimientos. A pesar de ser una carta, me podían más.

Simplemente... Aquella noche no pude odiarlo.

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1 año después

Las cosas habían cambiado en la vida de Jade, las cosas ya no tenían la misma perspectiva que antes y, a pesar de que su corazón seguía roto, a pesar de que la vida ya no era la misma tras aquella noche de noviembre, la vida seguía. Tenía que continuar.

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Mientras mis ojos seguían aquella gota deslizante sobre aquella superficie de vidrio, el sonido de la puerta al ser llamada, se escuchó. Por lo que, dejando de lado aquel vaso, me dirigí a la puerta y la abrí, solo para ser recibida por un mensajero.

― ¿Señorita Michaels?

― Soy yo.

― Esto es para usted. Por favor, firme.

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Tantas noches, aquella chica se había preguntado por él. Tantas noches había anhelado una señal de su parte, algo que demostrase que él en verdad había existido. Tantas noches lo había pedido y ahora, sobre aquella cama y frente a ella se encontraban varias cartas con fechas y con una sigla en ella.

Suspirando decidió que ya estaba harta de pedir. Estaba harta de no ser la misma. Estaba harta de haberse perdido por un recuerdo que solo se había desvanecido con el paso del tiempo. Quería saber de él y dejar de anhelar, quería que, tras leer aquellas cartas, el vacío en su interior se fuese para poder volver a ser la chica que siempre había sido.

... Quería dejar su fantasma si así lo pedían esas cartas. 

¿Por siempre? Más alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora