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CAPÍTULO DIECISÉIS

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CAPÍTULO DIECISÉIS

Al día siguiente, Steve había regresado al ejército con la propuesta de Howard Stark. Rose, que se estaba quedando en un hotel por el momento, le suplicaba acompañarlo para ver qué tenía Howard para Steve.

Entonces, los dos fueron a la base, de la mano, uno al lado del otro. Finalmente se separaron cuando Steve le informó a la mujer que aún tenía asuntos que atender. 

Dándole un pequeño beso casto, el soldado se alejó, dejando a Rose en las manos de Peggy. La mujer británica levantó una ceja ante su pequeño signo de afecto, lista para preguntarle cuál era el significado de la misma.

―Entonces, ¿están ustedes dos juntos ahora?―Peggy tarareó, hurgando en pilas de papeles y archivos. Rose se sonrojó levemente, sonriendo tímidamente ante la idea de que ella y Steve se convirtieran en algo más que amigos.

―Bueno, yo creo que sí.―Rose se encogió de hombros, girando un mechón de cabello rubio claro alrededor de su delgado dedo. Peggy giró juguetonamente sus ojos marrones, mientras le hacía un guiño a la chica.

―Casi.―murmuró Peggy, lo que hizo reír a la chica a su lado. Rose siempre había admirado a Peggy por su valentía y por soportar a todos estos hombres irrespetuosos. 

A menudo se preguntaba qué se sentiría tener poder, tener confianza. Saber cómo apretar el gatillo sin siquiera estremecerse y saber cómo prepararse para la batalla.

A la mayoría de las mujeres no les importaban las peleas y las armas, estaban demasiado ocupadas con el maquillaje y los zapatos nuevos. A Rose le encantaba cómo Peggy no era la damisela estereotípica en apuros.

Ella podía cuidar de sí misma, era fuerte, no le importaba lo que la gente pensara de ella. 

―¿Estás bien? No has estado hablando―le dijo Peggy a Rose, sin levantar la vista del trabajo.

―Sí... solo estoy pensando―Rose puso una sonrisa tensa, tratando de esconderse en la pregunta que se había estado muriendo por preguntarle a Peggy. Ella siempre quiso saber la manera de la agente del ejército, fría como la piedra, cómo siempre se las arregló para mantenerse fuerte. 

―¿Acerca de?― Peggy preguntó, con fluidez pasando su pluma por el papel. Rose frunció los labios, decidiendo si debería o no hacerle a Peggy la pregunta que le había estado pensando. ¿Le molestaría?

―De ti ―espetó Rose, y antes de que pudiera explicar a qué se refería, la cabeza de Peggy se alzó para mirar a la chica con los ojos muy abiertos.

―Rose, me siento halagada, pero...

―¡No! ¡Eso no es lo que quise decir!― Rose divagó rápidamente, reuniendo las palabras correctas para decirle a la ahora asustada mujer―Me preguntaba, ¿cómo es que eres tan fuerte? 

SOLDIER DEAREST ▹ STEVE ROGERS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora