Capítulo uno

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Siete hombres se encontraban en una amplia sala. En aquella larga mesa se hallaban ocho sillas exactas.

Los hombres se sentaron en silencio, esperando al octavo.

Los siete se levantaron cuando la presencia del octavo se hizo paso en la habitación. Un hombre alto, rubio, fornido.

Los siete se sentaron de nuevo y el gran hombre rubio se sentó también.

Luego todos comenzaron a hablar al mismo tiempo.

- ¿Qué mierda está pasando ahí afuera?

- Qué horror, incluso las ventanas están llenas de sangre.

- ¡Todos están muriendo!

- He visto algunos Ángeles por ahí...

- Se están arrancando las alas entre ellos.

Un fuerte golpe sobre la mesa los hizo sobresaltar e irradiar silencio.

- ¡Calláos de una vez! - El rubio mantenía el rostro inexpresivo, pero sus profundos ojos producían miedo.

- ¿Le estás diciendo a Satanás qué hacer? No es recomendable hacer eso. - Uno de ellos se levantó enfurecido.

- Cállate, egocéntrico. - Le respondió otro.

- ¡¿Cómo osas?! ¡Cállate tú, Amon!

- No me des órdenes, principito. Sabes que te tumbo con un dedo.

- Ingenuo Amon, tu fuerza física es superior, pero ni siquiera Dios vence mi poder.

El segundo demonio chasqueó la lengua.

- Esto... Belial estaba hablando, chicos...

- Belcebú, no merece la pena... Va a suceder todo igual. Te mandarán callar, seguirás pidiendo orden, Belial golpeará la mesa y vuelta a empezar... De tan solo pensarlo me entra sueño.

- Vete a otra parte con tu pereza, Belfegor, no puedes dormir aquí. - Esta vez fue Belial el que habló. - Caballeros, tengo una solución a todos los problemas.

Todos alzaron la vista, y la grave voz de Asmodeo participó por primera vez. - ¿Y cuál es?

- Iréis a la tierra.

- ¡¿Disculpa?! ¡Eso solo nos meterá en aún más problemas! - Satán parecía estar desesperado.

- Sin problemas. Os daré un aspecto nuevo, un nombre nuevo y un lugar en el mundo.

- ¿Y eso para qué servirá? - La inocente voz de Belcebú inundó los oídos de los presentes.

- Tendréis que encontraros, y destruiros.

Todos abrieron más los ojos.

- ¿Cómo...? ¿Por qué?

- Quien gane será el legítimo heredero de todo el infierno. Él disipará los problemas, y se hará cargo del enfrentamiento contra los cielos.

- ¿El enfrentamiento contra los cielos? - Asmodeo parecía desconcertado.

- La batalla final está a punto de estallar. ¿Por qué crees que están aquí estos Ángeles?

- Demonios... No tenemos tiempo, ellos ya están aquí.

Belial negó con la cabeza. - Derrocha tus pensamientos mundanos, Belcebú. Ellos se están arrancando las alas. Quieren ser Ángeles caídos porque piensan que el infierno ganará la guerra.

La risa grave de Belfegor atrajo todas las miradas en su dirección. - Pobres desgraciados. Se pasaron toda una vida sin gozar del sexo, del sueño ni de la comida para hacer feliz a su querido Dios y ahora bajan hasta aquí a sacrificarse al mayor dolor que se puede sentir. Patético.

La sala entera se mantuvo en silencio hasta que Belial se aclaró la garganta. - Belfegor, creo que eres el que más posibilidad tiene de ganar el juego, por lo que te lo pondré muy difícil.

- Acepto el reto. - Belfegor se inclinó hacia atrás en su silla. Estaba seguro de que ganaría.

- Pero Belial... Yo no quiero destruir a nadie...

- ¿Prefieres morir, Belcebú?

- No, Pero...

- ¿Pero qué? Esto es asesinar o ser asesinado, y estoy seguro de que más de uno no se lo pensaría dos veces antes de degollarte.

- Todos somos amigos, casi hermanos. Llevamos milenios conociéndonos, ¿y aún piensas que nos mataremos? Lo siento, Belial, pero yo no dudo de mis amigos.

Aquel recuerdo atormentaba la cabeza de Belcebú. Deseaba retirar sus palabras cuando vio cómo Leviathan y Mammón usaban sus fuerzas sobre el contrario. Estaban peleando duramente. Ninguno estaba dispuesto a perder el juego, y ni siquiera habían empezado cuando ya notaba miradas extrañas.

- ¡Chicos, parad ya! ¡Ni siquiera comenzamos! - Asmodeo lucía exasperado, por el contrario, podían escuchar la risa de Amon de fondo.

- ¿Qué te hace tanta gracia? - El tono apagado de Belfegor hizo a Belcebú voltear hacia él. Observó que estaba tirado en una especie de banco de piedra, destruido y quemado. Más bien estaba sobre sus restos.

- Estos idiotas se matarán y harán el juego más fácil.

- ¿Y eso te produce risa? Insensato. Cuanto más fácil sea, más difícil nos lo hará.

- ¿Qué?

- Cuantos menos partícipes, más fácil será encontrarlos. Y si encontrar a cuatro personas es sumamente fácil, Belial logrará que sea difícil.

- No entiendo.

Belfegor suspiró. - Por Satán, a ti te tendrá que dar más pistas que a los demás, no entiendes nada.

- ¿Me estás llamando idiota? Atrévete a decírmelo a la cara. - El ceño de Amon se hallaba fruncido. Belcebú estaba desesperado en su sitio, ¿de verdad, otra pelea? Contempló cómo Belfegor se levantó rendido de su sitio y se colocó cara a cara con Amon.

- Y por estas cosas vas a perder. Te dejas llevar por tus ridículos sentimientos y no ves nada más allá. Sabes que me estás dando todas las pistas para vencerte, ¿verdad, idiota? - esa última palabra fue pronunciada lentamente.

Amon alzó el puño contra Belfegor, peeo antes de entrar siquiera en su trayectoria se apartó ágilmente. - No me interesan estas pérdidas de tiempo. Solo estoy esperando a Belial para poder irnos.

- Nunca te pregunté lo que estabas haciendo. ¿Sabes? Estoy deseando a que seas un mortal, para encontrarte y destruirte.

- Nunca te pregunté lo que deseabas. - Y, tras esas palabras, Belcebú vio a Belfegor ser ingerido por la oscuridad.

Desapareció en la nada, y ahora solo quedaban seis. Dos de ellos pegándose.

Asmodeo les miró cansado. - ¿Vais a parar ya?

- No pierdas tus fuerzas, Asmodeo. Belcebú ya lo intentó. - Satanás también parecía cansado. Todos lo estaban, y más sabiendo que en unos minutos comenzaría un contrarreloj en el que sus vidas estarían en alto riesgo.

Finalmente llegó el momento que todos esperaban. Un hombre alto y rubio se abrió paso entre ellos, trayendo a Belfegor con él. - Llegó la hora, caballeros.

Los 7 príncipes del infierno ▪BTS▪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora