CAPÍTULO I

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SÓLO QUIERO REGRESAR

Otro día más camino por estos senderos de aquí para allá. Parece que este lugar no tiene fin, todos los días lo recorro y siempre encuentro gente nueva y lugares distintos.

Por ejemplo ayer vi llegar a un señor de avanzada edad. Me pregunto cuáles serán los asuntos pendientes que tendrá para estar aquí. Cómo un señor de esa edad aún tiene cosas que hacer, no se supone que personas como él ya han vivido y hecho lo suficiente para poder descansar en paz.

A veces no entiendo el sistema que se maneja acá y nadie se desafía a cuestionarlo, porque para qué hacerlo ya que todos los que estamos aquí no vivimos ni morimos, simplemente estamos en este lugar.

Pocos son los que se atreven a hablar para así poder aceptar su realidad para que duela menos. Y hablando de dolor, es lo que todos sentimos o al menos es el único sentimiento que recordamos. El camino ya está acabando y estoy llegando a la banca donde siempre me siento a esperar a que alguien se acerque a hablarme o por lo menos hasta quedarme dormida.

Abro mis ojos y no sé cuánto tiempo habrá pasado desde que me quedé dormida. Tengo unas ganas desesperantes de seguir caminando porque si me quedo sentada haciendo absolutamente nada siento que mi agonía aumenta más. Cuánto tiempo voy a tener que seguir esperando, llevo 10 años en este sitio desde que morí.

Si me preguntan cómo fue mi muerte no sabría qué decirles, no recuerdo cómo fue que mi cuerpo humano llegó a lastimarse a tal punto de perder el equilibrio biológico y dejar de existir. Ahora lo único que me importa es que el Ser Supremo, el Todo Poderoso vea mi aflicción y me deje ir con él. Que me deje descansar en paz.

Me recuesto nuevamente en la misma banca y poco a poco mis ojos empiezan a cerrarse, de repente siento que una mano se posa sobre mí que solo la ignoro, nunca nadie se me ha acercado y pienso que es producto de mi imaginación. Pero la mano es insistente, me mueve una y otra vez hasta que decido abrir mis ojos y atender el llamado, total es la primera vez que esto me pasa y me parece interesante saber qué es.

—Sígueme —dice el hombre que viste un terno gris.

Yo solo lo sigo. Tengo curiosidad saber qué quiere. Nada me puede hacer si ya estoy muerta. Nunca antes lo he visto y por su apariencia no parece ser como nosotros, almas en pena.

—¿Quién es?, ¿hacia dónde vamos?, ¿por qué no responde a mis preguntas? —nada de lo que digo lo hace voltear. Simplemente camina y no se inmuta en responderme.

Fue largo el trayecto que recorrimos hasta llegar a una área que desconozco, ingresamos por una puerta a un sitio donde solo hay una vela, pero ésta irradia una luz que alumbra lo suficiente. Es un lugar con un escritorio y un par de sillas a cada extremo del mismo, en las repisas hay algunos libros de la muerte que contienen información de las personas que han dejado de vivir.

—Siéntate —señala una de las sillas el hombre.

Hago lo que me pide y me quedo en silencio. Él revisa unos papeles que están sobre la mesa hasta que interviene:

—Vas a volver. Volverás al mundo de los vivos.

—¿Volver? —le pregunto.

—Soy Carlos, un ángel moderador. En este caso soy tu ángel guía. He estado observándote durante mucho tiempo y creo que es hora de que regreses.

—No entiendo nada.

—Vas a regresar al mundo de los humanos para descubrir cómo moriste y por qué. Esos son tus asuntos pendientes por los cuales estás aquí.

Analizo la situación. Cada palabra que él me dice me hace pensar hasta que llego a la conclusión de que voy a volver a vivir. Que me darán otra oportunidad, que me iré de este lugar.

—¡Voy a volver!, ¡volveré a la vida! —manifiesto emocionada levantándome de la silla.

—Siéntate.

Otra vez sigo su ordenanza y me siento.

—Pero para regresar cuentas con tres condiciones:

1. Solo tienes 100 días para encontrar la razón por la que moriste.

2. No le puedes decir a nadie sobre tu origen.

3. No le entregues tus sentimientos a los humanos.

—Si rompes una de estas reglas —añade—. De inmediato volverás acá, también si no logras cumplir tu misión en el lapso de ese tiempo regresarás y te quedarás en este lugar para siempre. ¿Entendido?

Con estas condiciones es como así entiendo la seriedad de la situación y que esta oportunidad no la debo desperdiciar.

—Tu nombre es Lucía y tienes 19 años. Eso es todo lo que te puedo decir.

—¿Cuándo volveré?

—Ahora.

—¿Ahora? —exclamo sorprendida.

—Yo voy a estar ayudándote, recuerda que soy tu ángel guía. Toma —entregándome un collar que tiene un silbato en forma de cilindro con la palabra "Salvador" grabada—. Esto era lo que tenías cuando moriste, quizás te sea de ayuda para recuperar tus recuerdos y encontrar respuesta a tus asuntos pendientes.

Me coloco el collar y lo pongo debajo de mi vestido blanco.

—Al salir por esa puerta volverás a la vida. ¡Ve!

Paso a paso me acerco a la puerta es emocionante saber que al fin mi turno ha llegado, que no se han olvidado de mí. Pero me detengo a pocos centímetros de la cerradura. Miedo, algo que no sentía desde hace años lo estoy teniendo nuevamente. Respiro profundo con la intención de darme valor y cruzo por aquella puerta.

MI PEQUEÑO Y TRAVIESO FANTASMA «TERMINADA»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora