Capítulo 2

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"Un duelo es una cosa extraña. Un duelo se siente una vez ha quedado atrás. Un duelo te aísla incluso de ti mismo." (Giralt Torrente)


Celebrar un funeral era uno de los acontecimientos que más sin sentido le había parecido a lo largo de su vida. Y no que hubiera acudido a muchos, pero en las contadas ocasiones en que sí lo había hecho, no lo había comprendido. Aún ahora, cuando él era una de las personas que se encontraba en el centro de todo, seguía sin entenderlo.

¿Celebrar un nacimiento? De acuerdo, ¿por qué no?

¿Festejar una boda? Sí, claro. ¿Un aniversario? Desde luego.

Pero, ¿un funeral? ¡Cielos! ¿Cuál era el punto?

La persona en cuestión estaba muerta. El hacer un funeral o no era irrelevante pues seguiría muerta. Nada de lo que hicieran lo cambiaría.

Y sin duda no podía decirse que fuera en beneficio de su familia y amigos. Para dar un cierre a una vida no se necesitaba un funeral que dijera a gritos que se lamentaba una pérdida. Ya era así, dolía y hería profundamente. Eso no cambiaría. Ningún acto póstumo lograría modificar esa realidad.

Ahora, más que nunca, lo cuestionaba. Se sentía incómodo e inquieto. No quería estar ahí. De hecho, debería irse. Y si no fuera porque Alina se aferraba a su mano con fuerza, se habría marchado hacía tiempo.

Un funeral. Vaya si Adrienna hubiera disfrutado de algo como esto. Quizás un poco, después de todo, muchas veces estaba encantada de sentir como si el mundo girara a su alrededor. Por ella.


"¿Qué pude haber hecho por ti, Adrienna? ¿Había algo más? ¿Solo por ti... algo? ¡Bah, qué estúpido me siento! Como si tú fueras a responder, como si no fuera consciente que aun cuando estás aquí, no estás realmente.

Creo que el vacío es lo que más daño hace. Ese vacío y el conocimiento de que pase lo que pase, haga lo que haga, no volverás. Jamás seremos tú y yo otra vez.

Nosotros... no existe más."


–¿Cam? ¿Te encuentras bien? –susurró Alina a su lado, mirándolo de soslayo, con patente preocupación.

–Perfectamente. ¿Por qué? –murmuró a su vez.

–Estabas... hablabas en voz baja. Pensé que... no sé, quizá necesitabas algo.

–Estoy bien.

–¿Sí?

–Sí –Camden se encogió de hombros–. ¿Y tú?

–¿Yo?

–¿Estás bien?

–No.

No hablaron mucho más. Camden observó, con absoluta sorpresa, cuando Alina se levantó para dirigir a los presentes unas palabras de despedida destinadas a Adrienna, quien al parecer, para todos, se encontraba presente.

Camden no pudo evitar una media sonrisa burlona. ¿A qué estaban jugando? Era una estupidez y, todos los que pensaban que estar ahí ayudaba, eran igual de idiotas. ¿Ayudar? ¿A qué, exactamente?

Lo único que sentía era...

Huir.

Así que, lo hizo. Simplemente se incorporó, hizo caso omiso de las lágrimas y los lamentos, y se marchó. Nunca, nada, se había sentido tan correcto.

Infinitamente - Primera Parte (Sforza #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora