Capítulo 16

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"Una chica excelente, bastante loca de a ratos [...], a veces tan triste, a veces muerta de risa. A veces mala." (Julio Cortázar)


Después de ponerlo en palabras por primera vez. De admitirlo, en voz alta, sintió como si todo el aire escapara de sus pulmones. Apretó la mandíbula, cerró los ojos y tomó varias respiraciones continuas. Agradecía que Kieran no dijera nada. Su hermano gemelo, conociéndolo tan bien, sabiendo cuánto había costado esa confesión, se limitó a girar y clavar su mirada a lo lejos, en el horizonte, dándole una privacidad que necesitaba con urgencia.

De pronto, Camden empezó a recordar cómo había iniciado todo, desde la primera vez que había visto a Adrienna hasta aquella última ocasión. Entre esos dos momentos, habían pasado tantos días juntos que era difícil pensar en ese tiempo sin que doliera.

Adrienna había sido de esas personas que hablaban poco de las personas de su vida. Adoraba hablar de ella, de lo que sentía, de lo que pensaba y lo que llamaba sus desvaríos. Sin embargo, jamás decía nada de su familia o de sus amigos, de su anterior vida a su llegada al Instituto.

Camden había sido egoísta al no haber intentado saber más sobre esa parte de Adrienna, preguntar y estar dispuesto a escuchar sobre su oscuridad, el lado que tan celosamente ocultaba. Quizá temía un poco y, a la vez, sentía cierta fascinación por el misterio que tan positivamente la rodeaba.

Así había sido desde el mismo momento en que habían cruzado sus primeras palabras. Adrienna había sido la chica nueva del Instituto, descendiente de una familia desconocida, transferida de algún pueblo al que jamás dio nombre, y cuya aceptación a mitad de semestre había sido insólita y jamás explicada. Otro más de sus misterios.

Había sido idea de Alina acercarse a Adrienna, quien se encontraba en ese momento sentada sobre el césped, mirando al cielo y con una pequeña sonrisa en sus labios. Cuando Camden la miró, se sorprendió de lo atractiva que era. No era una gran belleza que impactaba al primer momento, sino que ella poseía un toque más sutil de gracia, que aumentaba conforme se la miraba. Y Camden la miró mucho hasta que habló.

Y, ¿sus primeras palabras?

–¿No les parece increíble que la Luna siempre esté ahí?

Camden y Alina se habían mirado, confusos. ¿No habían preguntado sobre su nombre, intentando presentarse y entablar una conversación normal? ¿Y, cuál había sido su respuesta? ¿Algo sobre la Luna? ¿Una pregunta?

–Eh... ¿sí? –Camden exclamó, confuso–. Supongo que sí. Aunque no la veamos.

–Cierto. Hoy, sin embargo, podemos –elevó sus ojos al cielo. Eran tan azules que parecía que aquel cielo que contemplaba tan atentamente se reflejaba en ellos–. Me encanta cuando sucede.

–¿Qué cosa? –Camden ladeó el rostro, examinándola atentamente.

–A veces puedes encontrar a la Luna en mitad del día, sin importar que el Sol esté también presente. A veces no logra opacarla y la hallas... es fascinante.

La Luna. Camden tragó con fuerza y se dio cuenta que había olvidado todo lo que había pensado decir o hacer. Lo lejos que había querido correr ante aquella chica que desvariaba, miraba al cielo y sonreía en pequeñas cantidades.

Se sentó a su lado, olvidándose de todo. Olvidándose del partido, de sus amigos, de Lina. Se acomodó junto a Adrienna y se quedó contemplando la Luna. Ni siquiera percibió los nubarrones de tormenta que empezaron a cubrir el Sol.

Infinitamente - Primera Parte (Sforza #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora