Capítulo 15

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 "¿Ya murió? ¿Y de qué?

No supe de qué. Tal vez de tristeza. Suspiraba mucho.

Eso es malo. Cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace."

(Juan Rulfo)


Dejarla ir había sido una de las cosas más difíciles que había hecho. Aún recordaba como hacía una semana se había deshecho de sus fotografías, arrojándolas al fondo de un cajón que jamás volvería a mirar. Hasta que tuviera el valor suficiente para encontrarse con el pasado u olvidarse de él.

Sabía que el gesto simbólico no era suficiente para desprenderse del pasado, pero igual lo intentó. Y después salió a una fiesta, rió, bebió un poco, charló, bailó, rió un poco más, hasta que fue hora de volver a casa.

Entró en su habitación, arrojó a un lado los zapatos y la chaqueta. Se detuvo antes de arrojarse a la cama completamente vestido y giró hacia la gaveta que guardaba las fotografías.

Tomó una sola y la volvió a colocar en su lugar. Junto a su cama. La fotografía que los retrataba a los tres. Alina a un lado, él en el otro y Adrienna en el centro. Tan malditamente felices. ¿Cómo podía mentir tanto una fotografía?

Ahora recordaba por qué. Por qué Adrienna reía. Y por qué Alina tenía tan solo una leve sonrisa, tensa. Y él... ¿había realmente reído, incómodo, en el momento justo para ser retratado?

"Son perfectos el uno para el otro. Ustedes dos. No me extrañaría que terminaran juntos y enamorados. ¿Cierto, Pietro? ¡Toma ya la fotografía!"

Y había reído. Una larga carcajada, abarcando con cada uno de sus brazos a las dos personas a las que había dirigido aquellas palabras inapropiadas e incómodas. Ellos habían hecho lo que cualquier persona habría hecho en un momento así. Habían reído, mortificados, dejándolo estar.

Como casi siempre. Esos pequeños arrebatos... dejarlos estar.

Así que esa fotografía se quedó ahí. Lo ayudaba a recordar lo que no podría ser. Hacía mucho tiempo que él había decidido que no sería; y, en este punto, era lo mejor que podía hacer.

No estaba bien. O quizá lo estaba, a veces estaba bien, pero no por largo tiempo. No duraba. Un poco, luego volvía a sentirse... mal, deshecho, agotado.

Y las pesadillas. No importaba cuanto lo intentara, cuán fuerte él se hiciera, éstas lo acosaban a todas horas. A. Todas. Horas.

–¡Maldición! –gruñó contra la almohada. Estiró la mano y tomó la fotografía que los retrataba–. Demonios, realmente debería deshacerme de esto.

Largó un suspiro ante la mirada de Adrienna. Lucía risueña, divertida... completamente viva. Como pocas veces, como nunca más sería.

¿Si se sentía culpable?

Sí. La respuesta era sí.

Pero, no por las razones lógicas. Ojalá fuera por no haber podido hacer algo por ella. Quizá sí, una parte, pero no era todo.

–¿En qué piensas, Cam?

No abrió los ojos. Sabía que no estaba ahí. Todo estaba en su mente. Ahora, por lo menos, a veces lo acompañaba en sus pesadillas.

–No lo sé, Lina. No sé con certeza.

–Sí, lo sabes.

–¿Tú crees?

Infinitamente - Primera Parte (Sforza #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora