Capítulo 21

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"Y sin embargo irse entonces, arrancando la mano de la mano, como desgarrando de nuevo algo ya sanado, y marcharse: ¿a dónde? A lo incierto, lejos, a un país cálido e inmóvil, que tras toda acción, como un decorado, seguirá indiferente: jardín o muro; y marcharse: ¿por qué? Por impulso, por temperamento, por impaciencia, por esperanza oscura, por incomprensibilidad y por incomprensión." (Rainer Maria Rilke)


–¿Desapareció? No seas tonto, Kieran –Sienna puso en blanco los ojos–. Probablemente fue más temprano a clase.

–¿Camden? ¿Lo has visto últimamente? Apenas asiste –apuntó, preocupado.

–De todos modos, no puede desaparecer.

–¿Por qué no?

–Kieran, tienen diecisiete. Alguien de diecisiete no desaparece así como así.

–¿Estás segura? –señaló cuando los dos abrieron la puerta de la habitación de su hermano gemelo. Al parecer, a ojos de cualquier persona, nada estaba fuera de lugar. Pero ellos lo sabían mejor–. ¿Qué piensas?

–Camden... desapareció –añadió y lo miró. Esta vez, Sienna lucía angustiada, siendo su rostro un reflejo de lo que sentía y expresaba el de Kieran.

***

Alina había acudido a casa de Camden a primera hora de la tarde del día lunes. Después de todo, cuando pensó que podría hablar con él antes del Instituto, o a la hora de salida, él no había aparecido.

Una vez pasado el dolor y el impacto de sus palabras, había comprendido que había una profunda tristeza impulsándolo todo. Y, notó con disgusto hacia sí misma, que había olvidado que él había recibido ese mensaje. Una carta de Adrienna.

¿Por qué no había preguntado sobre eso? ¿Cómo pudo olvidarlo?

No importaba. Ahora él la escucharía. Lo obligaría a hacerlo si fuese necesario, con cualquier medio a su disposición.

Estaba cansada de esperar que él volviera. Si era necesario, lo sacudiría y golpearía hasta que volviera a sus sentidos. Porque sabía que dentro de él, profundamente enterrado en medio del dolor y la pérdida no llorada, se encontraba su Camden. Aquel que recordaba y del que se había enamorado desde hacía años.

Era ahora. Haría lo que fuera necesario. Por él. Por los dos.

Por eso, cuando le informaron que Camden se había marchado, sin decirle a nadie a dónde había ido y sin despedirse, fue como si una puñalada le atravesara el corazón y su estúpida resolución de hacerlo volver.

–¿Se marchó? ¿Sin decir adiós? –repitió, en una voz baja y estúpidamente cercana a las lágrimas–. ¿Cómo pudo marcharse?

Quien le había dado la noticia había sido la hermana mayor de Camden, Sienna Sforza. Y, aunque tenían cierta amistad, notó con sorpresa que hacía lo que no había hecho nunca antes. Se abrazó a ella y se puso a llorar por Camden.

Porque aunque había dicho que si se marchaba no volviera jamás, no lo decía de corazón. No había querido soltarlo. Ojalá se hubiera aferrado a él.

Ahora, era muy tarde.

***

–¿Qué está sucediendo, Cayden? –Stella, su esposa y madre de sus tres hijos, clavó sus ojos verdes en él, con sospecha–. ¿Qué es tan urgente?

–Siéntate, Stella –invitó. Ella hizo lo que le pidió, pero su mirada no dejó su rostro ni una vez–. ¿Quieres comer algo?

–Cielos, Cayden, me estás poniendo nerviosa. ¿Qué sucede?

Infinitamente - Primera Parte (Sforza #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora