Capítulo 8

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"Mira: yo siento cómo distancio, cómo pierdo lo antiguo, hoja tras hoja. Sólo tu sonrisa permanece como muchas estrellas sobre ti, y pronto también sobre mí." 

(Rainer Maria Rilke)


Camden contó hasta diez. Y cuando eso no fue suficiente, contó hasta veinte. Pestañeó varias veces, intentando enfocar alguna imagen, escuchó con atención para distinguir algún sonido. Cualquier cosa habría sido bienvenida en medio de aquel caos.

Bueno, quizá no cualquier cosa. Solo una. Silencio. Demonios, necesitaba... algo.

–¡Camden, qué bueno que viniste! –una chica se colocó frente a él, hablando a gritos para hacerse escuchar–. ¿Si eres Camden, verdad? –inquirió, frunciendo el ceño. Camden ladeó una media sonrisa ante eso–. ¿Kieran? –añadió, finalmente, dudosa–. ¡Vaya, es tan difícil distinguirlos!

–Es Camden, en efecto –confirmó y se encogió de hombros–. Puedes mirar nuestros ojos. Son de diferente color –mintió descaradamente. Lo cierto era que los dos tenían el mismo tono de ojos verdes oscuros, como su padre.

–¿Qué dijiste? ¿Quieres bailar? –la chica sonrió.

Se conocían. O eso suponía Camden, pues lo había llamado por su nombre y sabía que tenía un hermano gemelo. Probablemente eran compañeros del instituto, pero no podía estar seguro.

–¿Has visto a Alina?

–¡Vamos a bailar! –soltó la chica. Camden puso en blanco los ojos. Era imposible tener una conversación en mitad de aquella estruendosa música.

Era extraño. Hacía poco, recordó, esa canción había sido de sus favoritas. Y escucharla en mitad de una fiesta, había sido algo que lo habría impulsado a bailar con la primera chica que estuviera frente a él. Habría reído, bailado y quizás hasta cantado a todo pulmón, como lo hacían muchos de los jóvenes ahí reunidos.

¿Ahora? Era ruido. Mucho ruido.

¿Realmente había algo mal con él?

–¡Cam! ¿Por qué no esperaste? ¡Te dije que volvería! –Lina se acercó, agitada. Camden comprendió que había estado bailando, al mirarla tomada de la mano de Pietro. Genial. Había llegado su novio–. Me he encontrado a Pietro y bailábamos.

–Sí, eso imaginé.

–¿Qué?

–Saldré por aire.

No esperó que lo escuchara. De hecho, daba igual si lo hacía o no. Al parecer, el único que escuchaba ahí era él. Todos los demás gritaban respuestas incoherentes o bien solo era él quien se sentía tan fuera de aquel mundo.

–Cam, espera –Lina lo alcanzó en el pequeño jardín detrás de la casa. La música era mucho menos ensordecedora allí–. ¡Cam! –insistió.

–¿Qué sucede? –Camden se detuvo, pero no giró.

–¿Por qué te comportas así? –Pietro los había alcanzado. Se puso frente a Camden y fruncía el ceño, molesto–. ¿Acaso no has venido a la fiesta a divertirte?

–Yo no quería venir. Tu novia me obligó. Pregúntale –gruñó Camden.

–Alina hizo lo correcto, Cam. Necesitas salir. Estamos preocupados por ti –dicho eso, extendió la mano hacia Alina, quien la tomó de inmediato–. Ven a la fiesta. Mézclate un poco con las personas. Diviértete. Es fácil.

Infinitamente - Primera Parte (Sforza #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora