Capítulo 6

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"De noche había luz en su ventana. A veces parecía un faro a la orilla del mar nocturno; otras, una estrella caída del firmamento al mundo." (Jimmy Liao)

Camden caminaba sin importarle a dónde se dirigía. Finalmente había podido abandonar la fiesta de cumpleaños y era un alivio. No sabía qué era peor, si escuchar los pésames de todos o mirar como trataban de fingir que nada sucedía, que todo estaba bien. Era difícil decidirse por una u otra, ya que las dos eran una mentira. Nadie podía sentirlo, no realmente, porque apenas habían conocido una vez a Adrienna. Y, en cuanto a cómo estaban las cosas, ya nada parecía que estaría bien. Nada se sentía bien. Él... quizás era él el problema.

Su camino, como de costumbre, lo llevó a ese lugar que casi podía llamarse su segundo hogar. O lo había sido antes de... su relación con Adrienna. Después, frecuentar la casa de Alina constantemente habría sido raro, incómodo. Tal como su lugar favorito de la niñez, en el jardín de la Mansión Sforza, se había quedado sin Lina; la habitación de Lina, en la que tantos juegos y risas compartieron, se había convertido en un lugar demasiado extraño para los dos.

Probablemente había sido parte de crecer. O de empezar relaciones. La adolescencia era una etapa definitivamente diferente de la niñez y las cosas eran diferentes, se complicaban... o, podían simplificarse también.

–¿Cam?

–Pietro.

–¿Qué haces aquí afuera? ¡Está helando!

–Yo... ¿sí? –Camden esbozó una media sonrisa–. Necesitaba pensar.

–Ah. ¿No viniste a ver a Alina?

–No.

–Vaya.

Pietro lo miró atentamente, casi como si se preguntara qué demonios le pasaba por la cabeza. Vaya que era una suerte que no pudiera leer sus pensamientos.

–¿Tú viniste a verla?

–De hecho, acabo de cenar con sus padres –Pietro se encogió de hombros y, Camden no entendió por qué, añadió–: Estoy enamorado de Lina, ¿sabes?

–Sí.

–Siento lo de Adrienna.

–Lo sé.

–De verdad, Camden.

–Lo sé –repitió.

–Si hay algo que podamos...

–Nada –cortó antes de que pudiera completar la predecible idea. Y, aunque no lo admitiría, el uso de plural lo había molestado. ¿Qué podría él hacer? ¿Y con "podamos" se refería a él y a Lina?

–No puedo imaginar...

–No, no puedes. Pietro, debo irme.

–Lo siento si dije algo que...

–No. Soy yo. Estoy cansado. Hoy he tenido un día largo y quiero estar solo.

–Ah, ya veo –Pietro se removió, incómodo–. Entonces...

–¿Qué haces, Pietro? –la risueña voz de Alina se escuchó desde la puerta. Caminaba hacia ellos–. ¿Con quién...? ¿Camden, eres tú?

–Hola, Lina.

–¡Sí que eres tú! –Alina soltó un suspiro–. ¿Qué hacen aquí?

–Estaba por irme –contestó Camden.

–Yo también. Me marchaba ya –acotó Pietro.

–De acuerdo –Lina los miró, atentamente–. ¿Sucede algo?

Infinitamente - Primera Parte (Sforza #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora