Prólogo

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Desde bien pequeño había sido educado en casa para hacer grandes cosas. Esforzarse al máximo, llegar lejos y ser el mejor en lo mejor. Mike Shinoda siempre se había decantado por la música, incluso de pequeño sus padres aceptaron que asistiera a clases de piano, con la condición de que siguiera una carrera que pudiera sacarlo adelante y que nunca tuviera que depender de nadie. Así qué, aunque no era la carrera que su padre esperaba, decidió dedicarse a la medicina. Siempre había sido una persona un poco reservada con los que no conocía, pero poco a poco se dejaba inundar por ellos, abriéndose y desarrollar la atención y la comprensión hacia los demás.Cogiendo la especialidad de la psicología después de terminar el instituto. En la universidad pasó varios años con la especialidad y después tiró hacia la psiquiatría, otra variante de la propia psicología. Tras largos años de estudios, por fin lo llamaron para unas semanas de prueba en el hospital psiquiátrico de Phoenix, Arizona. Como acostumbraban sus raíces japonesas,- las familias más tradicionales tienden a vivir con sus padres hasta que estos mueren.- A sus padres se les hizo algo duro tenerlo que dejar marchar de casa, por otro lado había encontrado un apartamento bastante recogido para él solo y a muy buen precio.  Examinó el contenido de las cajas que con tanto mimo su madre le había preparado. Acarició la almohada suave y empezó a sacar las cosas de la misma caja para airearlas un poco. Abrió el armario que había encargado, ya que el apartamento estaba totalmente desamueblado cuando él lo alquiló. Este tenía la puerta corredera y varios estantes donde pudo colocar con facilidad el futón junto a las sábanas y la almohada. Había nacido en Estados Unidos, pero tenía muy bien aprendidas ciertas tradiciones niponas, que personalmente le gustaban más que el desorden americano. Después de organizar el departamento lo observó con atención. La habitación principal, dónde se encontraba en ese momento, era la más grande. Había colocado la tele en un rincón, una mesa baja para comer sentado en el suelo y a un lado había dejado un hueco más grande para extender su futón por las noches. Al lado de este tenía un par de cómodas con su ropa interior, el despertador, la colonia y una foto de sus padres. El armario estaba justo empotrado en la misma pared de las cómodas, que al ser puerta corredera no tenía problema a que estos estuvieran pegados.La otra habitación era la cocina, pequeña y práctica, suficiente para él. Tenía una pequeña encimera con fuego de vitrocerámica, lavadora y lavaplatos, varios cajones para los utensilios y sobre la pila del agua otro armario para dejar los platos y vasos. En el espacio libre entre la encimera y la puerta a la galería estaba la nevera, y frente la misma una mesa pequeña donde preparar la comida sin problema, o incluso desayunar allí. En la galería tenía el tendedor pequeño y el cubo de la basura, separado para reciclar, y el cubo de la ropa sucia, los productos de limpieza, escoba y mocho y el calentador del agua.El cuatro de baño era más pequeñito y simple, retrete, pica y una ducha, no había nada más.  Era perfecto para él, recogido y confortable, perfecto para empezar una vida independiente.

SyquiatricDonde viven las historias. Descúbrelo ahora