Capítulo Ocho: Juntos

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KHALESSI

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KHALESSI

Cierro los ojos, sintiendo mis párpados demasiado cansados como para continuar un solo segundo más, soltando pequeños murmullos de queja cuando el padre de mis hijos vuelve a besar a mi espalda desnuda, sus traviesas e inquietas manos acariciando partes privadas, haciéndome estremecer entre sus brazos. Sus dientes muerden el lóbulo de mi oreja, su respiración causándome cosquillas.

—Judah —murmuro bajito, tratando de alejarme. Sus brazos se vuelven a aferrar a mi cuerpo atrayéndome completamente a él una vez más, haciéndome sentir lo deseoso que se encuentra. Dioses, ¿cómo puede tener tanta energía? —. Tengo sueño —digo en un jadeo, debido a que comienza a depositar maravillosos besos húmedos por mi espalda baja.

—¿Tan cansada? —dice con voz ronca. Asiento cubriéndome con las sábanas —. ¿Y no puedes hacer un esfuerzo más por mí? —cuestiona en un susurro que provoca que todos los bellos de mi piel se ericen, rozando su zona íntima con mis muslos sin pudor alguno.

—Muy cansada —replico, no tan convencida ahora que sus caricias han despertado cada una de mis hormonas, alborotándolas por completo.

No responde ante ello, sus manos vagan por los costados de mi cuerpo, a lo que me acuesto boca abajo dando por zanjada la conversación, aferrando mis manos alrededor de la cómoda almohada. Pero él nunca se da por vencido hasta conseguir lo que quiere. Teniendo toda mi espalda desnuda, sus labios besan, sus dientes raspan delicadamente, y no tarda en chupar provocando que mis manos se aferren al cojín. Muerdo mi labio inferior reteniendo un quejido de placer cuando se posa sobre mi cuerpo.

—Me voy a colar todas las noches a tu habitación —murmura, su voz siendo demasiado ronca —. Y lo único que te va a despertar todas las noches será el sentirme dentro de ti, haciéndote el amor sin control alguno.

Sin poder retenerme más me volteo como puedo quedando cara a cara con él, estampando mis labios con los suyos en un feroz beso, ajustando mis piernas alrededor de su cadera, acercándole más a mí, provocando que nuestras zonas íntimas se rocen, lo cual le roba a él un alto gemido, aquello haciendo que lo desee mucho más. Judah nunca suelta gemidos; podrá jadear, suspirar y maldecir, pero nunca gime así de fácil. Y cuando lo hace, es porque de verdad lo desea, porque de verdad necesita acción física.

Mis manos se aventuran por su ancha y musculosa espalda, clavando mis uñas en su piel dependiendo a cada uno de los excesivos movimientos que realiza, llevándome poco a poco a la locura. Llegan a su espalda baja, tirando de su labio inferior sonriendo cuando me atrevo a posarlas sobre su trasero, sus bellos ojos azules nublándose de placer cuando siente mis palmas sobre la dura fibra.

Jadeo en su oído y mis manos aprietan sus nalgas inconscientemente, tratando de aferrarme a algo inútilmente, aquello provocando que él gima en mi oído, sus propias manos haciendo puños las sábanas, sus músculos tensándose, rígidos. Sus labios besan mi cuello con desesperación, succionando con fuerza mi piel en diferentes espacios, de seguro rompiendo varios vasos sanguíneos marcando mi piel con manchas semi moradas.

Campanas de Boda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora