Capítulo Veintisiete: Virus

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KHALESSI

Acaricio el cabello dorado de mis niños como si no existiese un mañana. Aprecio cada uno de sus gestos, de sus muecas y de sus elecciones, tratando de memorizarlos para tener una clara idea de lo que les gusta o no. Gia ama quedarse en casa y tener la cabeza metida entre sus libros o armar rompecabezas cuando no está practicando en su academia de baile. Por el otro lado, Liam es más de querer salir a explorar siendo todo un amante de la naturaleza. No deja de comentarte los diferentes tipos de plantas que hay y los beneficios medicinales que poseen.

Ambos son idénticos a su padre con esos grandes ojos azules y cabello dorado cenizo; mientras Liam posee un cabello completamente rizado, su hermana tiene ondas más suaves pero marcadas. Los dos son dueños de mejillas afiladas, mandíbulas definidas y labios llenos que forman un delicado pero perfecto corazón. Sus mejillas tienen sonrojos naturales que los hacen adorables, marcando perfectamente el contraste con su pálida piel. Son como dos pequeños muñecos de porcelana.

Son míos, por más que me cueste creerlo. Fotografías de mi embarazo con los dos son las que llenen el álbum que hemos puesto sobre la mesita de noche. Ayudan a mejorar mi visión sobre las memorias, a tratar de recordar los bonitos momentos compartidos a su lado.

Liam está posado sobre mi pecho acariciando mi cuello con su mano izquierda, poco a poco cayendo dormido. En cambio, su hermana ya está profundamente dormida a nuestro lado entre los brazos de su padre, quien también ha caído en las manos del sueño después de tan largo día. Pensar que hemos regresado solamente hace tres semanas me hace sentir que nada de esto es real.

El pequeño león murmura cosas relacionadas con dulces mientras se acurruca más contra mi pecho, provocando que una risita se escape de mis labios. El gesto se apaga cuando siento como el líquido amargo hace su camino hasta mi boca, amenazando con salir en cualquier momento.

Saco a mi hijo menor de mi pecho a mi pesar corriendo hacia el baño, regresando lo poco que había en mi organismo hasta hace unos segundos. Vomito por varios minutos en los que la garganta me quema por dentro, mis manos temblando una vez que he sacado de mí todo lo ingerido.

Subo la mirada encontrándome con dos pequeñas manos sujetando mi cabello, las cuales pertenecen a mi pequeño león, quien da suaves golpecitos en mi espalda en forma de aliento. Es muy inteligente a pesar de solo tener tres años, sorprendiéndome con todo lo que hay dentro de esa cabecita suya.

—¿Estás bien, mamita? —pregunta preocupado. Rodea mi cuerpo para alcanzar la palanca del inodoro, jalándola no sin antes hacer una mueca de asco al ver el contenido dentro —. Algo te caió mal.

—Sí —respondo, sintiéndome temblorosa.

—¿Quieres que despierte a papito? —sugiere. Niego con la cabeza, a lo que él sale un rato del baño para regresar con un vaso lleno de agua el cual me ofrece —. Bela Jade me da un té cuando me siento mal —agrega —. ¿Quieres un té?

—Creo que sí quiero un té —le digo sonriendo. Dejo el vaso con agua a un lado para lavarme la boca. Liam me toma la mano fuertemente cuando salimos del baño, como si tuviese miedo de que algo me suceda —. ¿Siempre eres así de protector con mamita?

—Papito dice que tengo que cuidar de Gia y de mamita, y de Bela Jade y prima Kaia... —me dice miles de nombres relacionados con las mujeres en la familia, lo cual me saca una sonrisa.

Ambos bajamos juntos hacia la cocina, en donde me hago un té de manzanilla mientras que él saca una caja de jugo de pera. Sonrío llena de ternura al ver como se toma su tiempo para no derramar ni una gota en el suelo, tomando una servilleta en caso de necesitarla. El pijama adorable con estampados de árboles y hojas silvestres resalta sus lindos ojos.

Campanas de Boda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora