JUDAH
Sonrío cuando al despertar tengo su delicado cuerpo entre mis brazos, su corto cabello dorado cayendo en perfectas ondas por su rostro. Deposito un beso en su mejilla, apreciando como sus carnosos y rosados labios suben en una sonrisa entre sueños, cayendo dormida otra vez.
Con cuidado me levanto de la cama para no despertarle, mis ojos abriéndose al percatarme que son las diez de la mañana. Nunca he dormido hasta esta hora en mi vida, por lo que el medicamento para dormir hizo su trabajo de maravilla. Siento como mi cuerpo está lleno de energía para gastar al lado de la mujer que amo.
Sería mentir si dijese que no estoy preocupado por el hecho de que Matthew acaba de regresar a su vida, y estoy más que seguro que no parará hasta tenerla entre sus manos. Suspiro, preguntándome si lo mejor será sentarnos a conversar de una buena vez por todas sobre lo que ha sucedido entre nosotros.
Tengo miedo, miedo de que me odie por cada una de las cosas que he cometido. Que me deteste por haberle hecho daño en los momentos que más me necesitaba. Pero he cambiado, quiero demostrarle que no soy el mismo hombre inmaduro de antes. Quiero tener una conversación con ella como dos personas civilizadas sin arrancarnos los ojos o decirnos cosas hirientes.
Decido prepararle el desayuno y llevárselo a la cama. Sigue dormida cuando regreso con la bandeja de plata entre mis manos, por lo deposito la charola en el sofá antes de moverla con suavidad consiguiendo despertarla. Esboza una gran sonrisa cuando me ve delante de ella.
—Hola amor —susurro, dejando un beso en su frente. Frunzo la nariz al oler un aroma desconocido. Es varonil, pero no corresponde al mío —. Hueles raro.
—Perdón si no huelo como flores en la mañana —dice sarcástica. Su rostro se ilumina al ver el desayuno —. ¡Hiciste el desayuno! ¡Oh, gracias!
—Kai, ese no es mi olor —replico, no dejando el tema ir. Con cautela me deshago de la manta que le cubre percatándome que no lleva mi camiseta gris de ayer, si no otra —. ¿Por qué te cambiaste de ropa?
—Hacía mucho calor en la noche.
—¿Y decidiste usar un pantalón en vez de una sola camiseta? —arqueo una de mis cejas. Baja la mirada con sus mejillas sonrojadas, haciéndome pensar lo peor. Inhalo con profundidad —. ¿Dónde estuviste anoche? No dormiste conmigo al parecer.
—¡Claro que sí! —replica tomando mi mano derecha. Me suelto del agarre al no sentirlo sincero, lo que provoca que ella me mire llena de tristeza —. Judah, déjame explicarte.
—¿Con quién saliste? ¿A dónde fuiste? —gruño sintiendo como mi enojo se acumula poco a poco.
—Gatito, salí con Matthew —dice con lentitud. Mi ceño se frunce al mismo tiempo que mi pecho sube y baja con fuerza —. Pero nada sucedió.
—¿Y esperabas que me trague eso? ¡Hueles a él, joder! —exclamo, levantándome de la cama —. ¡Me mentiste, joder!
—Sí, lo hice. Pero fue por una buena razón sin intención de causarte daño —me asegura. Se levanta de la cama colocándose delante de mí —. Matthew habló conmigo cuando fui al tocador y me pidió vernos en la playa a las once de la noche para contarme la verdad.
—¡¿Y decidiste escucharlo a él en vez de esperar a que yo te lo dijese?! —estallo, lleno de cólera.
—Amor, lo hice porque tú no pensabas decirme la verdad hasta que te sintieses listo y él estaba más que dispuesto a contármela ahora —dice con calma. Me sorprende que no se desespere, que continúe tranquila —. Pero por supuesto que pienso escucharte a ti también y que me expliques.
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Campanas de Boda ©
RomanceTrilogía Prohibido #3 Tocar la mano de alguien y sentir aquella chispa que recorre cada extremidad de tu cuerpo haciéndote volver a recordar lo que es sentirte vivo. Poder jurar que amas a alguien por la forma en que tu corazón late sin control al e...