Capítulo Catorce: Júramelo

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KHALESSI

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KHALESSI

Despertarme es encontrarme con el otro lado de la cama vacío. Estiro los dedos en busca del calor del padre de mis hijos, topándome solamente con las frías sábanas. Alzo la cabeza, buscándolo con la mirada para encontrar la habitación despejada.

El miedo llena mi pecho, por lo que admiro la hora en el reloj de la mesa de noche dándome cuenta que a duras penas son las tres de la mañana. Me levanto de la cama colocándome mi bata de dormir dispuesta a buscarlo. Con los pies descalzos, bajo las escaleras hacia la sala con el móvil en mano, preguntándome en dónde demonios se puede haber metido a esta hora.

Mi corazón se contrae cuando me encuentro con él echado en el sofá hecho para una sola persona, nuestro pequeño león acurrucado en su pecho, sobre sus fuertes piernas. Un diario pende de sus manos, su rostro apoyado sobre la cabeza de Liam, quien tiene su mejilla izquierda pegada al musculoso pecho de su padre. Los dos tienen las mejillas teñidas de un color rosado claro.

No he podido pedir por mejor familia. No he podido desear por mejores amigos a los que tengo ahora entre mis brazos. Si hace años me hubiesen dicho que sería mamá de dos hermosos niños con mi amor de la infancia, es demasiado probable que hubiese reído hasta que lágrimas brotasen de mis ojos. Pero, ahora que lo tengo, es una de las mejores cosas que me ha podido pasar en la vida.

Algo en mí me afirma que no he podido escoger a mejor persona para compartir a mis hijos. Que no existe amor más puro del que es reflejado en los ojos azules de Judah cuando aprecia a nuestros pequeños correr por la casa. No hay comparación en el sentimiento que llena la atmósfera cuando él está con mis hijos a algo que ya exista.

Me acerco con pasos lentos, debatiendo el sí debo despertarlos. No puedo evitar la sonrisa que aparece en mis labios cuando aprecio como Judah se mueve en su asiento entre sueños, sus brazos acomodando a nuestro hijo en su pecho, asegurándose que se encuentre más que cómodo. Aunque eso signifique quedarse con un buen dolor de espalda.

Delicadamente, le quito a mi hijo de sus brazos. Liam, quien tiene el sueño ligero, abre los ojos rápidamente alarmado. Pero se tranquiliza al ver que soy yo quien lo tiene en brazos. Le ofrezco una pequeña sonrisa llevando mi dedo índice a mis labios, indicándole que guarde silencio para no despertar a papá.

—Mamita —me dice cuándo una vez que se encuentra de nuevo en su cama, acobijado —, papito estaba llorando.

—¿Llorando dices, leoncito? —pregunto incrédula. Me siento a su lado en la cama acariciando sus rizos dorados con mi mano derecha.

—Sí, es que hoy se cumple oto año desde que la abuelita Gia se fue al cielo —responde, haciendo que mi corazón se encoja —. Papito tiene un dario de ella, y estaba leyéndolo antes de que yo llegase.

—Yo hablaré con papá —le aseguro, tratando de calmarlo.

—Mamita, papito dijo que esconde muchas cicatrices —susurra entonces.

Campanas de Boda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora