Capítulo Veintiocho: Dos

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JUDAH

Estaciono el auto delante de la gran estructura, mirando mi reloj de mano para asegurarme que he llegado a la hora correcta. Paso las manos por mi cabello preguntándome si todo le ha ido bien y si no tiene nada de lo que deba preocuparme. Moriría si algo estuviese fuera de lo normal con su sistema, debido a que ha estado demasiado rara estas últimas cinco semanas.

Mareos, vómitos, hambre y más hambre. La comida se ha vuelto su mejor amiga en las últimas semanas y no hace más que pedir diferentes gustos que no he dudado en conseguir. No me molesta complacerla con los diferentes antojos de comida que se le ha dado; lo que sí me preocupa es las náuseas que vienen después de haberlo devorado todo, el baño volviéndose su lugar favorito. 

Hace un par de días me atreví a mirar el contenido dentro del inodoro, el estómago retorciéndoseme al notar el color amarillento medio verdoso de lo devuelto. Por un momento pensé que tenía una enfermedad alimenticia, pero se me pasó al recordar cada uno de los diferentes síntomas para todos los problemas alimenticios que existen.

Liam no dudó en comentarme sobre cómo la ayudó después de encontrarla con la cabeza dentro del inodoro, diciéndole que probablemente era algo que le cayó mal del almuerzo. Pero hace días que estamos así, por lo que es mejor de una buena vez sacarnos de dudas sobre lo que tiene antes de que se vuelva en algo peor.

Mi hermosa enamorada sale del hospital con una sonrisa en sus labios cuando me observa. Se sube al auto en el asiento de copiloto y antes de poder saludarle, junta mis labios con los suyos en un feroz beso que me roba el aliento. Es una bendición el estar parqueados, ya que suelto el timón para colocar mis manos en su cintura debido a que ella sigue besándome como su la vida le fuese en ello. 

Tiro de su labio inferior cuando necesito separarme por la necesidad del aire, sus ojos mieles observándome con verdadero deseo combinado con ternura. Acaricio su rostro sintiéndome contento, ella encontrándose con sus mejillas sonrojadas. No deja de sonreír.

Es la mujer más hermosa de todas, de eso no me cabe dudas. No importa el pasar de los años, ella sigue sorprendiéndome con los nuevos detalles de su hermosa personalidad. Mucho más ahora que es una nueva persona con los viejos rasgos de la anterior. Pero ambas siguen ahí, y el que poco a poco está recordando más cada día me hace igual de feliz que a ella.

Anteanoche llegó corriendo a la habitación preguntándome si quería ir a visitar a mi madre en el cementerio en que se encontraba, diciéndome que no importaba el tener que viajar por varias horas hasta España si eso me hacía feliz. También me dijo que sabía que nuestra pequeña leona había sido llamada en honor a mi progenitora. 

Definitivamente nunca me voy a cansar de estar a su lado. Porque cansarme de estar a su lado es como cansarme de la vida misma. Y mi vida sin ella es estar completamente solo en un mundo que deja de tener sentido cuando no está a mi lado. Así como me lo ha dicho varias veces, no quiero a nadie más conmigo que no sean ella y mis hijos. En cada uno de mis sueños, en cada uno de mis mejores deseos, Khalessi está presente al lado de nuestros dos pequeños. Un millón de sueños es lo único que necesitamos para formar el mundo que ambos queremos, y eso es lo que ella provoca en mí: un sueño hecho realidad.

Todavía no tiene idea sobre lo que pienso hacer con ella, porque no me cansaré hasta volver cada uno de sus sueños realidad. No importa si las personas me creen fuera de los sentidos, porque cada vez que la veo, siempre que una sonrisa está posada en sus labios dedicada solo para mí, me asegura una vez más que sí tenemos la oportunidad de arreglar nuestra vida como nosotros queremos. ¿Por qué? Porque todo está hecho de sueños. Suyos, míos, nuestros. Y estoy más que seguro que si le pido saltar del monte más alto mañana mismo, ella tomaría mi mano, lista para aceptar el desafío.

Campanas de Boda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora