Capítulo Diecisiete: En Dos

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 ROXANNE

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ROXANNE

Acaricio el suave cabello rizado de mi pequeño dios griego de ojos azules, quien está echado en mi regazo admirando la televisión mientras abraza al peluche de felpa que tiene de un león. Su hermana se encuentra a su lado, con su cabeza apoyada en el pecho de mi príncipe observando el mismo programa de televisión que habla sobre cómo hacer pasteles.

Tocan la puerta con unos simples golpecitos, pero es lo suficiente para ponerle los nervios de punta a mi muñeca de rubios cabellos, levantándose de inmediato con sus bellos ojos azules abiertos. Su hermano, por el otro lado, se incorpora lentamente dando un bostezo.

Mi príncipe, como todo el hombre que es, le da acceso a quién sea que se encuentre detrás de la puerta. Suspiro cruzándome de brazos al apreciar a Dimitri entrar a la habitación con un ramo de flores en su mano, mientras que en la otra tiene una caja de chocolates. Sin decir mucho, cierra la puerta y coloca seguro en ella.

—¡Papá! —exclama Uriah, rápidamente corriendo a abrazar a su padre.

—Emperador —le saluda Dimitri.

Uriah conoce muy bien las reglas, por lo que antes de lanzarse a sus brazos, hace una reverencia y la seña de llevarse la mano derecha al pecho revelando el gran tatuaje de león que tiene hecho con tinta negra. A pesar de haber tratado con todas mis fuerzas de que no lo marcaran a una edad tan temprana, no pude convencer a Dimitri, quien me comentó obtuvo su marca oficial cuando tenía solo ocho años.

Después del saludo, ambos se abrazan fugazmente, a lo que mi muñeca de rubio cabello hace el mismo gesto oficial, con la única diferencia de no estar tatuada, por lo menos no hasta que cumpla los dieciséis según su padre. El tatuarse significa pertenecer por completo al grupo, por lo que quiero mantenerla a salvo hasta lo que más le sea posible. Aphrodite hasta el momento no ha mostrado interés alguno en querer ir con su hermano a los entrenamientos que él tiene, por lo que no hago más que suplicarle a todos los dioses que continúe así hasta el día de su muerte.

El hermoso hombre de cabello rizado azabache y ojos profundamente azules gira su mirada hacia mí, sus labios subiendo en una sonrisa pícara. Me ofrece las rosas como un obsequio, o más bien una forma de pedir disculpas por haber desaparecido por más de dos semanas sin haberme dado una sola llamada. Un nudo se forma en mi garganta y lo único que puedo hacer es apoyar mi frente sobre la suya, acariciando su bello rostro con mis manos.

Dimitri acaricia mis labios con las yemas de sus dedos, acariciando mi rostro con la ayuda de su nariz ofreciéndome una dulce sonrisa. Junto mis labios con los suyos en un largo beso, en el cual nuestras lenguas de mueven con decisión, no queriendo separarse después de haber estado lejos lo que parecía una eternidad.

—Niños, salgan y díganle a Jackson que les dé los regalos que he traído para ustedes —susurra Dimitri, sus ojos clavados en los míos —. Y asegúrense de decirle que se encargue de que nadie entre a la habitación, a menos que sea algo importante, ¿entendido?

Campanas de Boda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora