Capítulo 23

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Un mes transcurrió con demasiada tranquilidad para mi gusto. Gabriel y yo nos tratábamos relativamente bien, casi como en los viejos tiempos, exceptuando el hecho de que ya no nos comíamos con la mirada... Al menos no tan notoriamente.

Investigué mi comportamiento con el y no, no es síndrome de Estocolmo perras. Mi estado mental cada vez está más deteriorado que antes y ya no logro diferenciar lo que es bueno o malo. La muerte para mi es algo normal, más aún si la ocasiono yo. Me da igual si tengo sexo con un hombre o con una mujer, afortunadamente Marco tiene una mente bastante abierta y acepta eso, sobre todo porque el también lo hace. Digamos que Lombroso estaría encantando de hacer experimentos y estudios avanzados con mi cerebro y volvería a demostrar que tenemos un gen primitivo. Literalmente soy el mejor ejemplo del error en la evolución humana.

Claro, en todo este mes he tenido que hablar con mi psiquiatra y seguir medicada para que los ataques no vuelvan. Lo mejor de todo era que no tenía que salir de casa para las citas debido a que mi médico era Ibrahim. Solo bastaba con una videollamada. Gabriel tenía las mismas citas que yo, solo que en horarios distintos.

Las clases son amenas, he interactuado lo suficiente como para tener un grupo de amigos y bueno, gracias al cielo he logrado controlar mis impulsos con el paso de los años, porque los comentarios que comenzaron a surgir por mis llegadas con el profesor "bombon Gabriel" me dejaban como la puta de cuarto año de Derecho. Sin embargo, ya tenía planeado un sustito para cada imbécil que habla a mis espaldas.

En fin, me inscribí en un gimnasio al otro lado de la ciudad. En la casa no teníamos uno y la verdad lo necesitaba. Gabriel iba de vez en cuando, pero por lo general entrenaba en el jardín de la casa durante las noches. Yo necesitaba maquinas, espejos, música y un buen saco de boxeo para sentirme a gusto.

-Bienvenida...

-Alexandra. -Le contesté a la amable chica del gimnasio. Ella asintió y me mostró las instalaciones. De verdad el sitio era muy amplio, bastante equipado y con buen ambiente.

-Verás, tendrás un entrenador que te indicara todas las rutinas hasta que puedas dominarlas, aunque por lo general se queda como tu entrenador designado.

-Perfecto. Sería cuestión de hablar del horario y...

-Daniela, disculpa la tardanza, el trabajo es un lío. -Interrumpió un adonis. Ni siquiera pude disimular mi mirada hacia el. Nojodas, estaba buenísimo. Cuerpo de John Cena, rostro perfilado, ojos verdes, cabello rubio corto...

Bello.

-Tranquilo, llegas justo a tiempo. Ella es Alexandra, nueva en el gimnasio. Alex, él es Daniel, tu entrenador.

Nos dimos la mano mirándonos a los ojos. Sonreí y luego de unos segundos salí de mi trance.

-Encantada.

-Bien, comencemos entonces, linda. -Me hizo un guiño y me llevó hacia las máquinas para hacer cardio. -Por lo general se empieza con unos 20 minutos de cardio, pero viéndote puedo entender que ya entrenas.

-Tenía un gimnasio en mi antigua casa. -Contesté mientras comenzaba a emplear la maquina.

-Interesante. Tenías entrenador supongo. -Inquirió apoyándose en las barandas de la máquina caminadora, bastante curioso por mi vida y a mi me encantaba esa curiosidad.

-En realidad, tenía a mis hermanos. Ellos tenían años entrenando y bueno, les quedaron algunos conocimientos.

Y vaya conocimientos, bestias de mierda.

Hablamos por los siguientes 40 minutos de cardio y en ese lapso supe que tiene 33 años, es criminalista activo en el CICPC, no tiene esposa, novia ni perro que le ladre y vive en la avenida Bolivar, no muy lejos de prebo. 

La Chica StormDonde viven las historias. Descúbrelo ahora