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Pasaron muchas horas desde que me hicieron grabar el video que será enviado para mí padre. La tarde se está haciendo notar y no puedo sentirme más incómodo por traer la misma ropa que ayer.

Alec se ha movido de repente, sé que trata de abrir sus ojos pero su cuerpo está muy golpeado, no me quiero ni imaginar cómo está debajo de la ropa.

El tipo número 3 no ha parado de observarme como si fuera comida, un ligero temblor recorre mi columna cuando recuerdo como pasó su mano por ésta.

Extraño tanto el contacto con Alexander, que podría desfallecer si no siento su piel en contacto con la mía.

La noche cae, mi plan podría salir mal, muy mal, podría hacer que nos maten aquí mismo; sin embargo, tengo miedo de seguir vivir sabiendo que a mi soldado lo matarán.

El número 2 está de guardia, al menos durante las próximas tres horas. Me empiezo a mover cuando sale del granero, seguramente para hacer del baño.

Mi único impedimento son las malditas cadenas y el pesado cuerpo de Alec, que parece estar despertando.

– Amor, escucha mi voz y abre los ojos. – Le susurro mientras trato de zafarme de las cadenas.

– Magnus... – Un ligero balbuceo se escucha.

– Si Alec, soy Magnus, necesito que te ubiques, tenemos que salir de aquí.

Jalándome con mucha fuerza, lastimándome en el paso, una mano se libera dejando libre la otra.

– Magnus ¿eres tú? – Sus ojos, ya no tan hinchados, se abren y con una mirada confusa me busca.

– Acá estoy, trata de levantarte amor, no puedo hacer esto solo.

Saco el incómodo aparato cuadrado de mi bóxer, para guardarlo en mi bolsillo trasero. La reja esta extrañamente abierta y de golpe me viene un mal presentimiento.

Quitándome cualquier pensamiento, entro a la jaula de Alec, los tipos lo habían golpeado tanto que se confiaron de no cerrar su jaula.

– ¿Qué paso? ¿Cuánto tiempo llevamos aquí? – Trató de jalar las cadenas provocando que chocaran haciendo ruidos estruendosos.

– No Alexander. – Sostuve sus manos y volteé a ver al 1 y 3, si acaso se movieron un poco. – No podemos hacer nada ruido, no tenemos mucho tiempo.

Jalo de las cadenas en silencio pero sus manos definitivamente no saldrán tan fácilmente como las mías, son mucho más grandes.

– Magnus, sé lo que debo hacer en una situación así pero debes voltearte. – Frunciendo el ceño confío en él y le doy la espalda.

Después de escuchar un crujido y un fuerte quejido de dolor que se tragó, me volteo hacia él.

– ¿Estás bien? – Lo miro a los ojos, su cara está demasiada sucia de tierra y sangre seca.

– Sí, solo fue un pequeño dedo reto pero ya está arreglado. – Susurra en mi oído provocando que abriera los ojos como platos.

– ¡Alexander! – Le grito en susurro.

– Era la única opción bebé, estoy bien, en serio.

Rodeó con sus brazos débiles mi cintura, aunque estuviéramos totalmente revolcados, podíamos aspirar el aroma natural del otro.

– Vamos chicos, dejen eso por ahora. – Se escuchó esa tranquila voz detrás de mí.

Inmediatamente Alec me pasó atrás de él, colocando su brazo enfrente de mí.

MI GUARDIÁNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora