Dejé mis libros reposar en la mesa de la cafetería mientras me disponía a merendar y esperar a Brenda que saldría de clases dentro de quince minutos. Abrí mi bolsa de papitas y la gaseosa, mi estómago rugía con fuerza y desesperación, el caso es que no me dio tiempo de comer esta mañana, me levanté tarde y vivo a cuarenta minutos de aquí sin trancones y rogando porque no se presente un accidente.
Me gusta estudiar en la Universidad de Columbia, su programa siempre me llamó la atención desde que estaba en el bachillerato, teniendo en cuenta que me quiero especializar en derecho de familia, siento que hacen buena profundización acerca de esa rama, sin embargo, no me gustaría vivir tan lejos. Siempre he sido de atención dispersa, no fijaba mi concentración en ninguna de las personas que estaban pasando, solo estaba ahí robando oxigeno.
No me considero una persona sociable, como lo es Brenda , considero que tantas personas mirándote debe ser estresante, agobiante, tensionante, al punto de volverte loca, pero al parecer hay personas que lo disfrutan.
No pasó mucho tiempo cuando ya estaba la pelinegra enfrente de mí, hablando de un tal Nietzsche, ella a diferencia de mí, estudia psicología, yo por el contrario estudio derecho. Solo la veía mover la boca y hacer señales en el aire, pero no tenía interés en saber de la vida de alguien que está tres metros bajo tierra. Ella es bajita, un chichón del piso, morena, cabello negro corto por arriba de los hombros, ojos cafés obscuros, y gruesa.
-¿Me estas escuchando?- Chasqueó sus dedos a la altura de mis ojos, mirándome un poco molesta, pestañee y asentí. -¿Qué dije?- Arqueo una ceja.
-Hablas de Nietzsche- Solté un suspiro y dejé reposar mi espalda en el respaldar de la silla, tome la bolsa de papitas ya terminada y la guarde en mi bolso y tomé de mi coca cola.
Cuando volví a mirarla, negó molesta.
-Hablaba de mi crush- A pesar de ser morena sus pómulos se enrojecieron y reí.
-¿Cuál de todos?-
-Lo dices como si tuviera miles- Rodó los ojos y reí.
-Tienes diez ya los conté- Le guiñé el ojo y nos levantamos de la mesa.
Eran las dos de la tarde y decidimos irnos a la casa, estábamos muy cansadas, por mi parte estoy desde las siete de la mañana en la universidad, la ventaja es que a ella la viene a buscar su hermano y yo bueno... tomo el autobús.
La ventaja de tomar el autobús es que se suben chicos lindos, te enamoras y no sufres por el rato en que los ves, o al menos eso hago yo. Soy una acosadora en serie, los quedo mirando hasta que me hablen, o al menos incomodarlos. Por andar haciendo esas cosas, un chico terminó siendo un dolor de culo de lo intenso que resultó.
-Disculpa, ¿Puedes abrir un poco más la ventana?- Escuché al chico que se sentó a mi lado, lo mire y asentí. Abrí la ventana y luego recapacité de lo que acabo de ver.
Lo mire de reojo y este sacaba los audífonos de su mochila, es de tés blanca, y manos un poco gruesas y grandes, estaba todo vestido de negro, cabello ondulado bien definido, ¿cual crema usara? Intenté volver a recordar el color de sus ojos al verme pero fue inútil todo pasó muy rápido.
20:30pm.
Mi madre me llamó a cenar dejé de hacer mis deberes y baje.
Mis padres se divorciaron cuando yo tenía cinco años, en ese entonces vivíamos en Canadá, resulta que el muy hijo de puta la estaba engañando desde hace un año y quien sabe con cuantas más y no nos enteramos. Desde ahí mi mamá decidió que debíamos mudarnos a New York. Solo somos ella y yo, no quiso tener más hijos, pero sí tuvo más novios. Sin embargo, ahora está soltera ya que acaba de salir de una relación muy conflictiva, de esas que te quieren prohibir todo, te insertan un gps en lugares donde no brilla el sol. Nunca entendí esa dinámica, mi madre es independiente, autosuficiente, decidida, y considero que en más de alguna ocasión, sintió la libertad, cautiva con esas cualidades y luego te quieren aplastar como una rata. En fin, la cuestión es que, quiere tomar un respiro. Esta joven, tiene 48 años, de hecho si está vieja solo repito lo que dice mi abuela.
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Psicópata.
Teen Fiction-Ya no te amo.- Dije titubeante, mi frágil voz apenas y se escuchaba, y luchaba contra mí misma porque no me quebrara delante de él. -¿No?, mírame a los ojos, y dilo- Su voz era ronca, más sin embargo, no estaba molesto. Sabía que era mentira. Lev...