Capitulo 17

870 74 11
                                    

...El Despertar...
Día 9.
Sé exactamente las preguntas que todos ustedes deben estarse realizando ahora
mismo, “¿Qué pasó después del beso?” “¿Qué se dijeron?” “¿Qué significó?” “¿Qué sintieron?”
Pues bien, trataré de responderlas lo mejor posible.
-¿Qué pasó después del beso?... Como ya les conté, saltamos del helicóptero y vivimos la experiencia más impresionante de nuestras vidas. Cuando pisamos tierra firme y
nuestros instructores nos liberaron del paracaídas, lo primero que hicimos ambas, fue correr a abrazarnos como si no hubiera mañana. Estábamos claramente emocionadas, con nuestros ojos llorosos, eufóricas y al mismo tiempo calmadas, con una sensación de paz interior, muy
agradable. Estábamos vivas, a salvo y... juntas. ¿Qué más podía importarme?
-¿Qué nos dijimos?... No demasiado. Del tema que a ustedes les interesa, absolutamente nada. Ninguna de las dos mencionó lo ocurrido justo antes de saltar.
¿Decepcionadas, verdad? Es normal. Quizás ustedes esperaban que al aterrizar, corriéramos a cámara lenta, una junto a la otra, y al encontrarnos, nos detendríamos unos segundos con una amplia sonrisa, justo antes de unir nuestros labios apasionada y dulcemente, como en una telenovela, y música romántica de fondo, mientras los chicos aplaudían eufóricos como si estuvieran asistiendo a una boda. Hubiera sido bonito, sí... Pero lamentablemente, esto no es una novela, sino mi realidad. Una realidad en la que las cosas no siempre, por no decir nunca, suceden como esperamos.
-¿Qué significó ese beso?... Para ella, no tengo la más mínima idea. No sé si fue
fruto del nerviosismo, de la locura del momento, o quizás en el fondo pensaba que no iba a volver a verme y fue un regalo “pre-mortem” Quien sabe... cualquier cosa puede pasar. Al fin y al cabo, no fue un gran beso. Sólo... sólo una unión de labios, simple, inocente, de esas que haces con tus
amigas justo antes de tomarte una fotografía divertida. Aunque en este caso, no había ninguna cámara esperando disparar su flash. Y para mí... pues para mí significó... no lo sé, les juro que no lo sé. Lo siento.
-¿Qué sintieron?... En ese momento, lo único que sentí fueron deseos de que el tiempo se detuviera allí mismo. Y ahora... pues ahora siento pánico. Porque yo no sé ustedes,
pero yo no veo nada normal en el hecho de desear que tu mejor amiga te bese y no pare de besarte nunca. No lo veo normal... Quizás por eso no me he atrevido a abordar el tema. Creo que prefiero dejar las cosas como están, si ella no ha dicho nada, será porque fue un error, algo producto de la emoción del momento. No seré yo quien le dé una importancia que no tiene, aunque por dentro siga muriéndome del terror.
- ¡¡Flor!! - Exclama mientras agarra mis mejillas para obligarme a alzar la vista.
Ese contacto me hizo volver de golpe al mundo real para descubrirla riendo
divertida mientras me mira. Llevo minutos sentada en la cama, haciéndome y respondiéndome esas preguntas a mí misma, sin darme cuenta de qué ya había salido de la ducha.
Probablemente lleva un largo rato llamándome y siendo completamente ignorada. Aunque a decir verdad, si llego a saber lo que me iba a encontrar, habría seguido ignorándola eh... ¡¡Está en ropa
interior!! ¿Pero qué le pasa? Si siempre se viste antes de salir del cuarto de baño. ¿Por qué hoy lo hizo diferente? Vamos, Flor, la has visto en ropa interior un millón de veces, no dramatices.
Pero... pero... joder, es que tengo su cuerpo casi desnudo a dos centímetros de mi cara... y gracias a su obligación de hacerme mirar hacia arriba, me encuentro directamente con sus pechos, cubiertos por un brassier blanco, que los resaltan... no sé... me estoy quedando sin respiración, aviso.
Me siento como un perrito, uno de esos que acaban de hacer algo malo y esperan
pacientemente a que termines de regañarlos, pero apartan la mirada y vuelven a mirarte, y la apartan... y así hasta...
- ¿Puedes ayudarme a extenderme la crema por la espalda? - Volvió a preguntar en vista de que yo no pronunciaba palabra - Es que hemos tomado demasiado sol y creo que se me va a pelar la piel. No quiero parecer una serpiente.
¿Es enserio? ¿Pero no se supone que estas cosas incómodas solo ocurren en las
películas? Claro, aquí a mí me pasa lo malo, pero lo bueno no... Eso de correr a cámara lenta con una música romántica y besarnos después de habernos lanzado en paracaídas, no. A mí me tiene que pasar lo de verme en la obligación de untarle crema torpemente, mientras mis manos tiemblan sin parar.
Sin dejar que responda, me ofrece el bote de crema y se da la vuelta, haciéndome
entender, que más que una petición era una orden. O vamos, que sabe exactamente que no me voy a negar. Me pongo en pie rápidamente, pues ya se imaginarán qué parte de su cuerpo quedó justamente frente a mi cara, al darse la vuelta... Y como pienso que no es nada sano, tener la cola casi desnuda de mi mejor amiga frente a mis narices, me levanté lo más rápido que pude.
Aunque no les voy a decir que su espalda descubierta sea mucho menos peligroso...
Aparta su propio pelo hacia un lado, permitiéndome un mayor espacio. Y el olor a recién lavado, me impregna completamente, es adictivo... se los juro. Esto no me puede estar pasando a mí.
Pongo un poco de crema en la yema de mis dedos y sintiendo como estos tiemblan,
igual que una gelatina, los aproximo a su piel. En el momento exacto en el que la rozo, su cuerpo parece contraerse. La crema debe estar fría, así que es mejor terminar cuanto antes. Trato de extenderla por toda su espalda, con un ligero toque de mis dedos. Apenas la rozo, no quiero arriesgarme... Pero justo cuando yo creía estar acabando, se vuelve a dar la vuelta y me mira con
el ceño fruncido, como si quisiera matarme. Yo, aún con el bote de crema en la mano, la observo con cara de susto... ¿Qué hice? Si... si... si apenas te estoy rozando, no puede ser que me hayas descubierto...
- ¿A caso te doy asco? - Preguntó seriamente, cortando de lleno mi respiración.
¿De qué está hablando?
- ¿Cómo me vas a dar asco? ¿Tú eres tonta?
- Es lo que me das a entender, cuando te pido que me pongas crema y lo haces sin
apenas rozarme, como si tuviera una enfermedad contagiosa en la piel.
- Bu...bueno... es que está fría y... pensé...que tal vez... te iba a dar frío - Me encogí de
hombros al ver que me quedaba sin argumentos - No sé.
Me analizó durante algunos segundos.
- Yo creo que deben estar poniéndole algún tipo de alcohol a tu café de las mañanas,
porque últimamente tienes un comportamiento muy extraño.
La miré alzando una ceja con indignación. ¡¿Extraño?! ¡¿Extraño?! Extraño es darle
un beso a tu mejor amiga y no volver a mencionar el tema después. Eso es lo extraño. ¡Que me estás volviendo loca, Jazmín! Más de lo que ya estaba... Eso no se lo dije, claro.
- ¿Vas a ponerme bien la crema? - Volvió a hablar - ¿O me obligarás a salir ahí fuera y
pedirle amablemente a algún turista joven y guapo, que lo haga? Porque seguro que le pone más entusiasmo que tú.
Esta vez, en vez de alzar la ceja, fruncí el ceño. Indignada y repentinamente celosa.
¿Pero que se ha creído? ¿Quiere que le ponga crema? ¡Pues le pongo crema!
No me hizo falta decir nada para que volviera a darse la vuelta. Mi mirada asesina
fue suficiente, aunque antes de hacerlo, sonrió, sabiendo perfectamente que había ganado la partida.
Como mismo había hecho antes, volví a poner un poco de ese gel hidratante en mis
manos y esta vez, sin ningún tipo de reparo, toqué su espalda. Ella se estremeció una vez más, pero ahora no me dejé invadir por el miedo. Comencé a masajear su piel... Empezando por los hombros, con decisión y delicadeza a la vez, procurando que ni un solo centímetro, quedara libre de gel hidratante... Avancé hasta su cuello, el cual inclinó hacia la izquierda para permitirme una mejor maniobra... Ahora sí que no se queja, claro. Es más, me atrevería a decir, que su respiración se está acelerando... Pero mi concentración es demasiado potente para dejarme invadir por el miedo otra vez. De hecho... me estoy poniendo enferma... O ella tiene razón y le están poniendo alcohol a mi café del desayuno, o este momento se está volviendo un tanto erótico. Estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano para no llevar mis labios hacia su cuello... De verdad, esto no me puede estar pasando a mí.
A riesgo de dejarme llevar por mis instintos, prefiero abandonar esa parte de su cuerpo y
continuar descendiendo por su espalda... Es perfecta, ¿saben? Nunca la había analizado con tanto detalle. Bajo con mis dedos, siguiendo el camino de su columna, despacio...ejerciendo una ligera presión con mi pulgar. Dejo atrás el broche de su “brassier”, continuo el descenso... Llego
hasta su zona lumbar y utilizo las dos manos para masajear esa parte tan peligrosa...
Esa línea que limita el final de su espalda, marcado por el borde de su ropa
interior... Durante todo el camino, mis ojos acompañan a mis manos... Aumento un poco la presión en la zona en la que aún me encuentro, pues es un lugar donde se acumula gran parte de la tensión muscular. Aún no sé en qué momento, olvidé que el objetivo de todo esto, era simplemente untarle crema, pero no importa, creo que mis manos serían incapaces de abandonar
la tarea ahora.
Vuelvo a subir... Esta vez, mientras los pulgares de ambas manos, presionan el
centro de su espalda, el resto de dedos acaricia sus laterales de una forma sutil, apenas con la yema y parte de las uñas, como si en una pluma se hubieran convertido. Mientras continúo ascendiendo, noto cómo su piel se eriza a medida que siente ese gesto tan delicado... Mi corazón
está latiendo a mil por hora y aún así, nada es capaz de detenerme. Vuelvo a dejar atrás el broche de su “brassier” y llego hasta sus omóplatos, tan firmes y marcados que me hacen, por primera vez en todo el recorrido, recordar que respiro y me veo en la obligación de expulsar el aire, que a saber cuánto tiempo lleva contenido. Me dedico a ellos durante algunos segundos,
presionándolos suavemente, desenredando cualquier nudo interno que pudiera tener... Vuelvo a ascender hacia su nuca... Introduzco con delicadeza, parte de mis dedos, en el principio de su cabello... está húmedo aún. Subo y bajo unas cuantas veces, intentando que mis dedos no se
enreden demasiado para o hacerle daño... Y ahí finalizo. Saco las manos de su pelo y me
detengo a observarla, creyendo que de esta forma, los latidos de mi corazón van a disminuir o su respiración va a volver a la normalidad. Pero ninguna de las dos cosas sucede... Puedo ver que sus ojos continúan cerrados, aunque no sé en qué momento exacto, decidió cerrarlos. Siento como si su piel me estuviera llamando a gritos, como si tuviera un imán que me impide dejar de
tocarla, es más, que me atrae magnéticamente a besarla, a recorrer cada centímetro con mis labios. Pero no puedo... no debo... Suspiro y me inclino ligeramente, para dejar un pequeño e inocente beso en su cuello. Quizás no haya sido una buena idea, quizás mis labios ahora sean incapaces de desprenderse... Pero yo soy más fuerte, cierro los ojos, trago saliva, aprieto mi
mandíbula con fuerza y me aparto definitivamente de su piel.
Ella no se voltea al instante. Quizás no se dio cuenta inmediatamente de que había
terminado, o de que por nuestro bien, había decidido terminar. O quizás se estaba permitiendo a si misma unos instantes de relajación. Relajación que para mí es imposible.
Finalmente se da la vuelta y nuestras miradas se encuentran sin saber qué decir.
Me observa fijamente, sin expresar absolutamente nada. Quisiera saber qué está pasando por su mente... Se me fue de las manos. Definitivamente, me dejé llevar demasiado. Transcurren segundos que a mí me parecen minutos.
- Nunca me habías contado que tuvieras unas manos tan... buenas - Sonrió.
Y ese comentario fue suficiente para que mi tensión se esfumara y...
- Y eso que aún no te han hecho todo lo que saben hacer - Respondí con una sonrisa.
¡Mierda!
No me habría dado cuenta de la metedura de pata, de no ser por el cambio en su
expresión. De pronto frunció el ceño sin abandonar la sonrisa.
¡Es que no se te pueden dar alas, Florencia! Porque enseguida despegas los pies del
suelo. Lo peor no es lo atrevido e insinuante del comentario. Lo peor, es ese pequeño detalle de “AÚN”, esa pequeña palabra, adverbio de tiempo, que indica claramente mi disposición a hacerlo en algún momento.
No creo que el color de mis mejillas me hagan parecer un tomate ahora mismo, sino
una frambuesa.
- So... soy artista - Le dije - Mis manos son mi instrumento de trabajo. Así que... así que... me refería a dibujarte, cocinarte... hay muchas cosas que se pueden hacer con las manos. De hecho, para todo necesitamos las manos. No... no... yo... ¡Eres una mal pensada! - Finalicé indignada.
Ella amplió su sonrisa y llevó el dedo índice hacia mi nariz.
- Y tú te acabas de poner nerviosa... - Se burló dándome pequeños toques.
Fruncí el ceño. Está jugando conmigo... Se está riendo de mí, en mi propia cara. Pero... ¿Qué se ha creído?
Con un rápido movimiento, llevé mis manos hacia su estómago y pillándola
absolutamente desprevenida, comencé a hacerle cosquillas.
- ¿Te estás riendo de mi? - Le pregunté mientras la torturaba.
- ¡No! - Gritó entre carcajadas - ¿Cómo se te ocurre que pueda hacer tal cosa?
- ¡Ah! ¡Que encima me cargas!

Aumenté la tortura entre risas y ella decidió intentar vengarse, contraatacando. De
un momento a otro, nos habíamos convertido en dos niñas pequeñas, que luchaban por ver quién era más fuerte y reían sin parar.
- ¡Ya, ya, para! - Suplicó después de un tiempo - ¡Me rindo!
- ¿Te rindes? - Pregunté sin detenerme - No escuché bien, dilo más alto.
- ¡Tampoco te aproveches, abusadora! Te salvas porque estoy en ropa interior y se
me dificulta el movimiento.

Me detuve, igual de súbitamente que había comenzado.
- Ya... Esa es la nueva definición de excusa.
- Ahí te quedas... - Me dijo alejándose, después de unos segundos en los que había
tratado de recuperar la respiración - Aunque le hayas cogido gusto a verme casi desnuda, será mejor que me vista si queremos salir antes de que anochezca.

Es una exagerada, aún no es ni medio día. Pero eso es lo de menos ahora.
- Me parece que a la que pusieron alcohol en el chocolate fue a ti. Porque te noto un
poquito... provocadora esta mañana.
No sufras...
Y sin decir nada más, sonriendo de una forma irritable, me lanzó una toalla a la cara
y volvió a desaparecer en el cuarto de baño.
No pude hacer más que dar de cabeza, mientras descubría la estúpida sonrisa que
también a mí, se me había quedado dibujada.

Creer para Ver - FlozminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora