Capitulo 40

1.3K 73 1
                                    

Algo se despertó dentro de mí de un instante a otro. Algo cambió y creo incluso, que mi cuerpo se puso en tensión a causa de ello. Como esos momentos en los que estas durmiendo, sueñas que te caes de algún lugar y te despiertas sobresaltada, agarrándote a lo que tengas a mano, hasta
que descubres que estás en tu cama completamente a salvo. Algo así me acaba de suceder, con la diferencia de que no estoy durmiendo y esto no es un sueño.
- ¿Estás bien? - me preguntó la voz de Jazmín, consiguiendo que deje de sentir el
peso de su cabeza sobre mi pecho - De pronto te pusiste tensa.
- ¿Qué hora es?
Tardó unos segundos en responder y sentí la cama moverse, como si se hubiera
dado la vuelta para buscar un reloj.
- Las 6 de la mañana.
No hemos dormido ni un solo minuto durante toda la noche. Besos, caricias, juegos, risas, conversaciones... en definitiva, hemos estado haciendo el amor de forma incansable e insaciable durante las últimas horas. Pero también hemos disfrutado de la deliciosa calma que se siente después... Del silencio... del único sonido que producen nuestras respiraciones y el latido de nuestros corazones.
La mejor noche de mi vida...
- ¿Qué ocurre? - vuelve a preguntar con tono preocupado.
- Los médicos no comienzan a revisar hasta las 8 o las 9 ¿No? O sea que aún tenemos dos horas...
- Me sorprende que aún tengas la esperanza de que no se hayan dado cuenta de nuestra fuga ¿Crees que tus padres no fueron a visitarte en todo el día de ayer? Si el teléfono de casa no ha sonado es porque ya nos dan por caso perdido... Aunque bueno, quizás deberíamos prender la televisión para asegurarnos de que no armaron un equipo de búsqueda y captura.
- Creo que mi madre es más bien de esas que sabiendo que estamos juntas, como tú
dices, nos da por caso perdido y ni se molesta.
- Yo también lo creo... Pero igual no deberíamos volver muy tarde. ¿Por qué lo
preguntabas? Quieres otra ronda de...

Su voz adquirió un tono de lo más seductor, que consiguió erizar mi piel como hizo
hace apenas unos minutos. Es increíble lo que consigue hacer con mi cuerpo esta mujer.
- No me tientes... - pedí casi a modo de súplica.
- ¿Por qué? - preguntó comenzando a besar mi cuerpo y acelerar mi respiración.
- Porque como sigamos haciendo el amor, no vamos a poder ni andar.
Una carcajada por su parte invadió todo el espacio a nuestro alrededor y en mi corazón se instaló una sensación de libertad y plenitud que sólo provoca su risa.
- ¡Dios mío! ¡Que viva la sutileza y el romanticismo! - exclamó con ironía.
-Estamos en confianza - reí - Pero... oye, no me habías contado nunca que fueras tan
insaciable.
- No lo soy... Pero creo que me estoy volviendo adicta a ti. Voy a tener que ingresar en un centro de desintoxicación de Florencias antes de que la cosa vaya a más.
- ¡Ni se te ocurra!
- ¿O qué?
- O me vas a obligar a perseguirte dónde quiera que vayas - susurré con misterio
mientras mis manos buscaban su abdomen comenzando un ataque de cosquillas - para hacerte caer en la tentación.
Se retorcía entre risas, tratando de pararme sin éxito. La risa se lleva toda su fuerza
y eso me da una ventaja que siempre he aprovechado.
- ¿Estoy condenada entonces? - preguntó,
cuándo poco a poco dejé de torturarla.
- De por vida.
Mi susurro golpeó sus labios, indicándome que en algún momento su rostro llegó a
colocarse frente al mío.
Sonrío de medio lado y antes de que pueda volver a hablar, junta nuestros labios,
dando comienzo a un tierno beso...
Como siempre, nuestros besos suben de intensidad sin apenas darnos cuenta y
amenazan con hacernos perder el control nuevamente. Acaricio su espalda aún desnuda, mientras su cuerpo reposa sobre el mío y su lengua explora el interior de mi boca, con esa sensualidad y dulzura que sólo ella puede mezclar.
- Bueno, - dice mientras se separa finalizando con besos más pequeños - ¿Vas a dejar de hacer el tonto y a decirme por qué quieres saber cuánto tiempo nos queda en el paraíso?
- Quiero pintar. - Sentencié con tanta seguridad que incluso yo me sorprendí.
- ¿Cómo que quieres pintar?
- ¿Aún sigues teniendo aquí mi juego de pinturas? - insistí sin responderle.
Así como yo tengo mi armario repleto de su ropa, ella siempre ha guardado aquí una caja con pinturas que traje hace algunos años. Recuerdo que sus padres se habían ido de vacaciones y pasamos toda la semana en su casa, prácticamente sin salir... disfrutando de la suerte que en ese entonces nos suponía tener una casa para nosotras solas. No hicimos una gran fiesta llena de gente, como cualquier adolescente hubiera hecho. Nuestra fiesta diaria la componíamos sólo nosotras dos, nuestras películas favoritas, música a todo volumen desde
primera hora de la mañana, inventos culinarios que gracias a Dios no nos enfermaron, palomitas voladoras por toda la casa... y atardeceres de inspiración en los que mientras yo pintaba cualquier cosa, ella se dedicaba a dibujar sus diseños. Cada una sumida en sus propias labores, introducida en su propio mundo... pero sintiéndonos acompañadas la una por la otra.
Decidimos entonces que ella se encargaría de guardar esas pinturas para cuando la
inspiración me volviera a asaltar estando en su casa. Como por ejemplo, ahora.
- Claro... - respondió - ¿Quieres que te las traiga?
Ni siquiera me preguntó cómo demonios pretendo pintar algo teniendo los ojos
tapados con esta venda. Cree tanto en mí, que me ve completamente capaz de hacerlo. Y eso... me obliga a sonreír y acariciar su mejilla, colocándole detrás de la oreja un mechón de pelo que parecía haberse escapado de su lugar.
- Sólo dime dónde las guardas.
- Están en el primer cajón del escritorio desde la última vez que las usaste.
Sin decir más, se apartó para permitir que me incorporara.
El escritorio está justo al lado de la parte inferior de la cama. Así que solo tengo que
desplazarme hasta ahí y estirar el brazo para abrir el cajón.
Rebusqué un poco entre las cosas, palpando la forma de cada objeto, pero la pequeña caja no tardó demasiado en llegar a mis manos. Al abrirla, pude distinguir en su interior algunos tipos de pinceles y pequeños tubos de pintura. Además también encontré lo que suelo usar como paleta (un rectángulo de plástico, dividido en dos filas de pequeños compartimentos
para colocar un poco de color en cada uno de ellos) Utilizo esto en vez de la común paleta de madera, porque siempre me ha resultado más útil y aprovecho los colores durante más tiempo. Al tener una tapa, cuando acabo sólo tengo que cerrarlo y los colores permanecen intactos, sin secarse. Intuyo por eso, que los compartimentos deben aún tener pintura de la última vez.
- Ahora sí necesito tu ayuda... - le dije sonriendo con timidez.
- ¿El caballete?
- Sí... ¿Puedes llevarme hasta él o...
- Mejor te lo traigo - interrumpió
- Estarás más cómoda así, sentada en la cama.
- Gracias... Es un poco más difícil manejarse con todas las herramientas en esta
situación.
- Apuesto a que podrás con ello.
Escuché cómo colocaba el artilugio de madera justo en frente. En el pequeño
espacio que me separa del escritorio.
- Si no recuerdo mal, hay algo en la primera lámina.
- Sí - confirmó - Dejaste a medias algo cómo... abstracto.

Creer para Ver - FlozminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora