Capitulo 24

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Día 12.
Nuestro último día en el “Costa Mágica”... ¡Qué tristeza! ¡No me quiero ir! Volver a la
ciudad es como regresar a la realidad. Despertar de un sueño perfecto para introducirme de cabeza en una pesadilla.
Pero bueno, al menos nos iremos con el recuerdo, de haber disfrutado cada minuto
de estas pequeñas e improvisadas vacaciones. Sin duda, las mejores de toda mi vida. Conocimos gente maravillosa (algunos más maravillosos que otros), vivimos experiencias inolvidables y compartimos momentos inigualables. Todo esto... junto a ELLA, mi cómplice, mi compañera de
viaje... mi compañera de vida.
Esa loca arrebatada, que un día más y para no perder costumbre, me lleva de la mano, a toda prisa y saltando las pequeñas olas que rompen en la orilla de la playa, como una
autentica niña pequeña.
Llegamos corriendo, y yo además sin aire, a la cabaña de Aarón.
- Dios... cómo las voy a echar de menos.- Comentó mirándonos entre asombrado y
divertido, como si fuéramos dos extraterrestres acabas de aterrizar en la tierra. - ¿Quién va a llegar ahora cada día, corriendo y riendo como auténticas dementes?
- Dejamos huella dónde quiera que pisamos- Me dijo Jazmín dándome un codazo suave.
Encogí mis hombros.
- Así somos... - Le respondí extendiendo al frente la palma de mi mano para que la
chocara con la suya.
Lo hizo y solas nos volvimos a reír como dos pequeñas y traviesas cómplices. Pero
casi al mismo tiempo, recordamos la presencia de Aarón y dirigimos nuestra vista hacia él una vez más.
- Tal para cual... - Rió dando de cabeza - ¿Bueno, qué? ¿Listas para conocer las
profundidades del mar?
- ¡Y ansiosas! - Exclamó Jazmín - Nunca hemos buceado. Pero... oye... ¿Es cierto eso
de que hay tiburones?
¡Ups!
- ¿Quién te dijo eso? - Le preguntó riendo extrañado.
Ella me miró confundida y para entonces, yo tenía la cara de ángel más creíble que
me pudo salir.
- Antes de que digas nada... - Le advertí - Yo nunca te dije que hubiera tiburones. Te
dije que nos lanzaste al agua sin asegurarte previamente de ello...Es más, te aseguro que de pensar que había tiburones, te habría sacado del agua en el acto.
- Ya claro... Pero tú preferiste dejar que me abrazara a tu cuello como un koala
asustado.
- Bueno... eso y tu cara de niña aterrorizada, fue mi recompensa por haberme lanzado al agua con ropa.
- Te detesto... - Murmuró frunciendo el ceño con una sonrisa escondida.
- Me adoras. - Sentencié guiñándole el ojo.
- Esto también lo voy a echar de menos -Intervino Aarón, al que habíamos casi
olvidado. - Esas mini discusiones... Si fueran pareja, ustedes dos serían una explosión de fuegos artificiales en la cama.

Jazmín abrió la boca enormemente, sorprendida y seguramente escandalizada,
pero riendo. Y yo... le lancé al chico una mirada asesina, que rápidamente fue cubierta por el rubor que comenzó a ascender por mis mejillas. ¿Cómo se le puede haber ocurrido ese cometario? Quiero matarlo.
Pero algún ángel debe estar cuidándolo desde el “más allá”, porque envió a su
propio padre para salvarlo de la situación, antes de que yo lo asesinara.
- ¿Todo listo chicas? - Preguntó el hombre.
- En realidad no - Respondió su hijo - Tienen que pasar adentro para ponerse los trajes
de buceo.
Al mismo tiempo que lo decía, nos ofreció dichos trajes y nos indicó dónde estaban los vestuarios para cambiarnos. El vergonzoso incidente iba siendo olvidado a medida que me introducía en aquel traje de neopreno y me preparaba para una aventura más.
En cuanto ambas estuvimos listas, nos subimos a la “lancha” y rápidamente, el
padre de Aarón prendió el motor, consiguiendo que ésta emprendiera su marcha de una forma veloz, elevándose ligeramente en la parte de delante. Nuestro pelo es ondeado hacia atrás a causa de la velocidad y nos salpica ligeramente el agua del mar. Frente a mí, Jaz se agarra con fuerza para no caer en un descuido brusco.
Es una sensación entre relajante y nerviosa... Sientes como si en cualquier
momento pudieras caer de la barca y por eso te aferras con fuerza a las cuerdas. Pero al mismo tiempo, el viento pegándote en la cara y la velocidad que alcanza la lancha, con el olor del mar impregnando tus fosas nasales, es también una sensación de libertad extrema.
A los pocos minutos, llegamos a una especie de arrecife. Precioso, por cierto.
Aguas cristalinas en las que prácticamente se veía el fondo del mar sin necesidad de sumergirte.
El padre de Aarón nos explicó que debíamos sentarnos al borde de la lancha y
dejarnos caer hacia atrás en cuanto estuviéramos listas. Así que después de colocarnos las aletas, la bombona de oxigeno, las gafas de agua y completar así el equipo, nos sentamos los tres al borde de la lancha. Él se dejó caer en primer lugar... A continuación, después de dedicarnos una mirada de emoción y complicidad, Jazmín se sumergió... Y por último, yo.
En cuanto mi espalda impactó con la superficie del mar, todo lo que sucedió
después ocurrió muy rápidamente. Las burbujas de agua ascendían a medida que yo me daba la vuelta y conseguía situarme, encontrando a mis dos acompañantes junto a mí, esperando pacientemente.
El padre de Aarón, al ver que ambas estábamos listas, hizo un gesto con su mano,
para que lo siguiéramos y comenzó a nadar agarrado de la cuerda que sostenía la lancha. En cambió, Jazmín, antes de hacerlo se quedó mirándome fijamente. Es imposible que pueda ver sus labios a causa de la válvula de oxigeno que cubre toda su boca, pero a través de su mirada, de
sus ojos ligeramente rasgados, puedo adivinar que me está sonriendo. Y una vez más... me siento tan afortunada de estar aquí con ella, que no puedo hacer más que corresponderle la sonrisa, deseando que también sea capaz de verlo a través de mis ojos. Parece que sí... parece que sabe descifrarme, exactamente igual que yo a ella... Extiende su mano, invitándome a
agarrarla y yo no lo dudo ni un segundo. Comenzamos a nadar torpemente, unidas de la mano, a medida que la vista del gran océano se abre ante nosotras.
Abundan rocas en su mayoría y todo tipo de corales de diversos colores, además
de bancos de peces que comienzan a dejarse ver, nadando en familia hacia algún lugar concreto.
Todo es realmente precioso... La verdad es que jamás me imaginé buceando, no era un deporte que me llamara especialmente la atención. Pero ahora, al ver tan de cerca los secretos que esconde el mar en su profundidad, entiendo por qué la gente se aficiona tanto a esto... Es una vista única... que en ningún otro lugar de la tierra podrás apreciar.
Continuamos avanzando, observando con detenimiento cada lugar, cada roca... y
cuando estoy absolutamente concentrada, siento como Jazmín hala de mi mano tratando de llamar mi atención. La miro confundida y con emoción en sus ojos, me señala hacia un lugar al que rápidamente dirijo mi mirada. Allí descubro un precioso pez cirujano azul que me sorprende
bastante por su gran tamaño... En seguida entiendo su emoción, al encontrarse por primera vez frente a “Dory” de la película “Buscando a Nemo”... La vuelvo a mirar para sonreírle, en realidad yo también estoy emocionada. Pero justo cuando estamos dispuestas a continuar nuestro camino, un pequeño pez payaso se atraviesa, dejándonos a ambas con la boca abierta, de no ser por la válvula de oxigeno. Nos miramos casi al mismo tiempo, expresando con nuestros ojos, la tonta ilusión que ambas acabamos de sentir... Es como si la película de Disney se acabara de
materializar frente a nosotras. Dory y Nemo juntos...
Al igual que dos niñas pequeñas, nos quedamos como idiotas, mirando a los dos
pececitos que se alejaban hacia algún lugar del mar. Cada uno por su lado, por supuesto. Pero apuesto lo que sea, a que ella, al igual que yo, estaba imaginando que se iban juntos como grandes amigos.
El padre de Aarón, nos hizo una señal para que continuáramos y eso fue lo único
que consiguió sacarnos de nuestra concentración para volver al camino.
Durante el resto del trayecto, continuamos observando corales, bancos de peces de
diferentes especies e incluso el hombre nos llevó hacia un lugar donde se encontraba una embarcación hundida. Me resultó realmente impresionante ver los escombros de un viejo barco que a saber cuántos años lleva en el fondo del mar. Pero lo más curioso es que los peces entraban y salían de él como si fuera una parte natural de su paisaje.
Increíble... Esa es la única palabra que encuentro para definir esta nueva
experiencia, que durante tantos años estuvo a mi alcance y que sin embargo, nunca se me ocurrió llevar a cabo... Hay tantas cosas que nuestros ojos deberían poder disfrutar a tiempo...
Tantas... que en este momento me siento idiota, por no haber sabido aprovechar mi vista durante 25 años. Por haberme limitado a ir por la vida, viendo sólo lo que tenía enfrente, sin buscar más allá... sin experimentar.
¡Experimenta! Busca los colores del mundo...

Creer para Ver - FlozminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora